sábado, abril 19, 2014

Alguien desordena estas rosas

___Gabriel García Márquez (1927-2014)____
"Ella volvió muchos años después. (...) Yo estaba solo en la casa, sentado en el rincón, esperando. Y había aprendido a distinguir el rumor de la madera en descomposición, el aleteo del aire volviéndose viejo en las alcobas cerradas. Entonces fue cuando ella vino. (...) Era todavía una muchacha. (...) Yo estaba cubierto de polvo y telaraña cuando ella abrió la puerta y en alguna parte de la habitación guardó silencio el grillo que había estado cantando durante veinte años...".

lunes, abril 07, 2014

A, B, C o D.

Cuando tenía 23 años, debuté frente a unas 50 personas en una peña en La Florida...las protestas se tomaban las calles, el FPMR empezaba su leyenda y a 10 años del golpe, ser músico era una vocación peligrosa. Escribía bien y mi música no era para nada forzada. Tenía buena voz y era un guitarrista correcto con dedos para el piano ademas. Las peñas eran el bastión de la oposición y campo propicio para crecer como artista...rara vez había pago...un vino caliente, sopaipillas y mucha camaradería era el trato... Para mi, Hugo Moraga, Eduardo Peralta, Santiago del Nuevo Extremo,Rudy Wiedmaier, Oscar Andrade, Eduardo Gatti, Schwenke y Nilo, Eduardo Yañez, Isabel Aldunate o Abril, eran el camino a seguir, eran nuestros heroes...Tocaban en el Cafe del Cerro, La Casona de San Isidro o el Rincón de Azocar...En el "Olimpo"...era un sueño tocar ahí... mientras tanto toqué mil veces para cinco personas en lugares que ya no existen.
Grabé en 1988 un album independiente que luego estrené en la Radio Umbral un martes en la noche en el programa "La marcha de la Patria Grande", me entrevistó Pedro Henriquez. Despues de 3 años conseguí grabar un nuevo album para un sello pequeño que luego mostré en las radios Beethoven y Universidad de Chile entre otras...pero por un miedo inconcebible a seguir y luego de una temporada en el Rincón de Azocar...dejé de tocar, me alejé de todo, lo dejé todo. Nunca entendí " el negocio"...salí en la radio, en diarios, me codie con los buenos pero no pude manejarlo..."el negocio" no era para mi...supe que habían artistas clase A,B,C o D... Pasaron 10 años, el mundo cambió, yo cambié, mi hijo creció... se convirtió en mi productor, se juntaron las canciones y pude elejir. En fin, el 2005 grabé en mi casa ( Prekario Records ) y usando la bendita multimedia, lo puse en internet...en este blog... en mi blog, experiencia que repetí el 2008, 2010 y 2013.
Ahora ver el reclamo por el 20% de musicos que fueron clase A y que ahora luchan por salir en la radio, es triste. Solo espero que los artistas de cualquier clase aparezcan... ellos saben quienes son...todos sabemos quienes somos en esta realidad. Yo soy una voz libre que crea para todos y para nadie, lo dejo todo en esta ventana infinita, siempre abierta. Nunca hubo tanto espacio como ahora ... Hay alguien allá afuera...solo hay que crear y hacerse escuchar.

viernes, marzo 21, 2014

FELIZ DIA POETAS

Que el verso sea como una llave Que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando; Cuanto miren los ojos creado sea, Y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; El adjetivo, cuando no da vida, mata, Estamos en el ciclo de los nervios, El músculo cuelga, Como recuerdo, en los museos; Mas no por eso tenemos menos fuerza: El vigor verdadero Reside en la cabeza. Por qué cantáis la rosa ¡oh, Poetas! Hacedla florecer en el poema; Solo para vosotros Viven todas las cosas bajo el Sol. El Poeta es un pequeño Dios.
Vicente Huidobro (El espejo de agua, 1916)

jueves, marzo 20, 2014

Estudio evidencia precariedad en la que trabajan músicos en Chile y falta de políticas públicas adecuadas

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) publicó recientemente un estudio denominado “El papel de las políticas públicas en las condiciones laborales de los músicos en Chile”, realizado por cuatro investigadores chilenos, donde se determina que la música como disciplina artística, pero también como fuente de trabajo, ha sufrido cierto abandono por parte de las políticas públicas chilenas, especialmente desde la dictadura. Según declara la socióloga y coautora del estudio Eileen Karmy, “la investigación surge a raíz de la paradoja existente entre el rápido crecimiento que ha tenido la industria de la música en los últimos años (tanto en Chile como en el resto del mundo) y la creciente pauperización de las condiciones laborales y sociales de los músicos en el país”.
Efectivamente, la situación de los músicos chilenos va de mal en peor: no existen normativas que regulen el trabajo artístico independiente que es el que prima entre estos profesionales; la mayoría no tiene sistemas de previsión en salud y jubilación; los sindicatos y gremios han perdido fuerza y no cuentan con la capacidad para exigir mejoras; y las políticas públicas se centran en la entrega de recursos mediante concurso público, sin una visión estratégica detrás. Uno de los puntos más críticos para los músicos chilenos es la falta de espacios de difusión, tanto en cuanto a escenarios como a medios de comunicación. Esto se enlaza con el reciente debate en torno al proyecto de ley que establece que un 20% de la música que se emite en radios sea chilena: “La aprobación de este proyecto de ley es fundamental para que los músicos puedan mejorar su situación laboral y es una medida que existe en muchos otros países, donde las cuotas son bastante más altas que un 20%” asegura Julieta Brodsky, antropóloga y coautora del estudio.
“Otras demandas centrales de los músicos es cobrar una especie de tributo a los espectáculos extranjeros, principalmente los masivos, para que se puedan financiar los gremios y sindicatos del sector. También se requiere que se incluya teloneros chilenos en los grandes conciertos que se realizan” declara Eileen Karmy. Por último, la investigación determina que es fundamental avanzar hacia una mayor valorización del arte en nuestra sociedad y especialmente del trabajo artístico, el que muchas veces no es visto como una actividad laboral sino como un hobbie por el que no se debiera cobrar. --------------------------------------El Ciudadano.

viernes, marzo 14, 2014

BALADA DE UN HOMBRE COMÚN

La nueva película de los hermanos Coen, “Inside Llewyn Davis”, transcurre durante una semana en la vida de un cantante folk de Nueva York. ---------------POR HORACIO BILBAO
Los hermanos Coen contaron que para Inside Llewyn Davis: Balada de un hombre común, su nueva película, se inspiraron en las memorias de Dave Van Ronk, una de las figuras del renacimiento del folk en los 60. Pero no dicen que Ronk tal vez fuera lo que Llewyn, su personaje, no puede ser. O quizá la comparación no tenga asidero, porque esta historia de superficie llana, se vuelve compleja, nostálgica y crítica para el mundillo de la cultura folk . Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, nominada en festivales, esparcida en los torrents, minimizada en los Oscars, donde apenas fue nominada a la mejor fotografía y al mejor sonido, se volvió tema de debate y análisis. Ocurre por la banda musical, que puede escucharse y debatirse en Youtube, algo que para el acotado mundo del folk, dónde imperan un puñado de nombres, ya es todo un logro. Se trata de los Coen. La película atraviesa una semana en la vida de un joven cantante de folk en la Nueva York de 1961. Llewyn Davis (Oscar Isaac) lucha por ganarse la vida con lo que le gusta su voz y su guitarra. Lo demás es folk profundo y un sinfín de guiños para los amantes del género (y del cine).
Please Mr. Kennedy, un tema comercial que Llewyn graba junto a Jim (Justin Timberlake) para ganarse unos pesos vale de ejemplo. Lo escribieron el músico T. Burnett y Timberlake con la colaboración de los Coen. Burnet recordó en una entrevista que pensaron en Tom Lehrer, el gran autor americano de canciones satíricas. En 1965 él había producido Werner von Braun, una sátira sobre un despreocupado diseñador de cohetes en la Alemania nazi. Burnett y los Coen querían algo así. (Un tono de sátira, no un nazi) Y Ethan recordó versiones de “Please Mr. Kennedy, no me envíe a Vietnam”, temas populares en los sesenta. Mezclaron los cohetes de Lehrer y los soldados que no querían ir a la batalla y reciclaron un estribillo: que Kennedy no los envíe al espacio. Pensar que cada uno de los soundtracks de la película tiene un trasfondo similiar es exagerado, pero no tanto. En una escena Llewyn le canta a su padre enfermo “Shoals of Herrings”, un tema que compuso Ewan McColl en 1960, luego está “The death of Queen Jane”, balada que versiona la muerte de la joven reina inglesa en 1537. En la voz de Isaac, en la de Llewyn, los Coen arman un recorrido musical atrapante que por supuesto incluye a Van Ronk y que finaliza con la aparición de un joven Dylan sucediendo a Llewyn en el escenario. Ese recorrido es otra película dentro de la película. En un loop desde el Greenwich Village a Chicago la de Llewyn es una historia que choca contra los cánones del folk . Una carrera parodiada, graciosa o molesta incluso para los espectadores. Llewyn es un problema para él mismo casi tanto como para sus compañeros de reparto. Allí están para atestiguarlo, impecables, Timberlake y Caren Mulligan (Justin es toda una revelación) en una especie de trío en discordia. Sabemos quién pierde. Ya hablamos de los grandes momentos musicales, pero también están las grandes escenas, como el viaje “salvador” que Llewyn hace desde Nueva York a Chicago, compartiendo el auto y los gastos con John Goodman, que le habla del Chano Pozo, el tambor de Cuba, de las enseñanzas de santería que le transmitió el cubano, ladero den Dizzy Gillespie y de Charlie Parker. Le enrostra la cultura del jazz por sobre la del folk . Siendo el guatemalteco Isaac hijo de padre cubano, y siendo los Coen quienes dirigen la película, tal vez se trate de otro guiño. Luego está su encuentro en Chicago con Bud Grossman, un empresario que en aquellos días fue manager de Janis Joplin y Bob Dylan entre otros, y que aquí es magistralmente interpretado por F. Murray Abraham. Grossman lo invita a tocar, lo escucha, y parece que le gusta, pero cuando termina le da sus sugerencias, consejos de vida o muerte. Así como Barton Fink (1991) era el infierno del escritor, Llewyn es el infierno del músico, un músico atrapado por la ansiedad de una búsqueda que a veces parece absurda.
Y el título de la película, Inside Llewyn Davis , es el del álbum solista que el músico intenta vender sin suerte. Y esa suerte resulta de que los Coen no buscan que simpaticemos con el personaje. Da lo mismo que triunfe o fracase. Y no sabemos qué hará después de esta semana de vida, el tiempo real del filme. El personaje apenas negocia, de pragmático no tiene nada. Sólo zafa de su mala estrella cuando canta, porque después, se arrastra cual perdedor. ¿Les cabe ese mote a los artistas? ¿Se puede buscar el éxito? ¿Qué pasa con el talento, talento y esfuerzo son suficientes para “triunfar”? No hay respuestas a estas preguntas, pero si la película dice una cosa, la banda sonora dice otra. ----------------Para Revista Ñ

viernes, marzo 07, 2014

Los chilenos escuchamos lo que tres sellos transnacionales producen

por Edgardo Bruna
Desde hace más de un mes la Asociación de Radiodifusores de Chile, ARCHI, ha utilizado sus canales de comunicación para difundir una campaña agresiva y falsa, en contra del proyecto de ley que propone un 20% de música chilena en radios. En su mensaje la ARCHI quiere hacer creer que la iniciativa legislativa se trata de una imposición a los radioescuchas. Actualmente existe una alta concentración del mercado de la música a nivel mundial. Sólo tres sellos transnacionales poseen más del 70% del mercado mundial (Sony-BMG, Universal Music Group, Emi y Times-Warner). Estas compañías multinacionales ejercen gran presión para que las radioemisoras de todo el mundo programen su producción. En nuestro país, esto se hace evidente ya que casi el 70% de la música que se escucha corresponde justamente a la producida por estas tres transnacionales. Es decir, la obligatoriedad existe de facto.
Además de las consecuencias económicas para la sustentabilidad de la industria local y de nuestros músicos, esta concentración tiene sobre todo implicancias culturales, imponiéndose la cultura musical de ciertos mercados (el norteamericano principalmente) por sobre la gran diversidad de expresiones musicales que existen en el mundo. Esto afecta la identidad de un país, su autovaloración y las oportunidades de acceso a la diversidad cultural de la población. En este marco muchos países como Francia, Argentina, Uruguay, Australia, Canadá, Portugal, entre muchos otros, han establecido cuotas mínimas -partiendo en un 25%-, como una forma de contrarrestar las distorsiones del mercado mundial y apoyar los sellos independientes de su país. El proyecto en cuestión modifica la actual ley de fomento de la música nacional (19.928) garantizando un mínimo de 20% para ésta. Uno de los argumentos en contra de esta ley parte de un enorme error, cual es entender como música chilena sólo el folclore de nuestro país, lo que muestra lo poco que se conoce la diversidad de nuestra música. Ejemplo de este error fue el twitter del senador Jaime Quintana, quien consultado respecto de la razón del porqué votó en contra de la idea de legislar por el 20%, le dijo a un tuitero: “Si tanto te gustan Los Quincheros, cómprales su música”.
Al contrario de lo que piensa el senador, la música chilena no es sólo Los Quincheros, es también Víctor Jara, Luis Advis, Violeta Parra, Los Jaivas, Los Tetas, Congreso, Inti Illimani, el premio nacional Fernando García, Los Tres, La Ley, Los Bunkers, Francisca Valenzuela, Chico Trujillo, Verónica Villaroel, Cristina Gallardo Dumas, la Sonora Palacios y una lista infinita de músicos que cultivan el hip hop, el funk, el rock, el jazz y el heavy metal, además del folclore. Pero también la ley permitirá programar una sinfonía de Beethoven interpretada por la Orquesta de la Universidad de Chile o a Paloma San Basilio cantando con los Quillapayón, o Los Bunkers a Silvio Rodríguez. Como se puede ver, la música chilena es de una amplitud y una riqueza incommensurables, por lo que ninguna radio podría tener problemas para incorporar el 20% en su línea editorial. Es urgente que los senadores adquieran un compromiso real con el desarrollo cultural del país y se decidan a aprobar la idea de legislar esta normativa. Por Edgardo Bruna, presidente de la Unión Nacional de Artistas de Chile. para El Mostrador.

miércoles, febrero 12, 2014

SANTIAGO FELIÚ

El disco corre una y otra vez por el viejo equipo de música. "Siento que mis destellos ahogan tu brisa, tu brisa que presiento inagotable, azul, infinita; límpida brisa de lirismo inevitable, soplo de sueños que en mi verso se derrama", canta Santiago Feliú y su inconfundible voz atraviesa las primeras horas del amanecer como una luz cálida y profunda, empeñada en desmentir la noticia que ahogó la mañana: "Murió Santiago Feliú", me dicen desde el otro lado del teléfono pero no lo creo. El disco sigue: "Si de mi voz florece la canción, motivo de tu dar; si de tus ojos nace la bondad de abrirme en el verso un palpitar: no me dejes ir", reclama Santi como si desde la inmortalidad tuviera consciencia de que muchas generaciones de cubanos no hubiéramos sido lo mismo sin esas canciones que lanzó desde las mismísimas entrañas de la vida, sin esa obra que reflejó como un espejo la existencia de un trovador que se afanó en cumplir al límite el significado de la palabra coherencia, que hizo trizas los conservadurismos, que disparó al corazón enfermo de aquellos que van por el mundo con el disfraz de la doble moral y los falsos compromisos políticos. La sorpresiva muerte de Santiago, a los 51 años, es un cisma en la cultura cubana. Lo es sobre todo porque nadie como él logró llenar el vacío del camino con esas canciones creadas con una sensibilidad de extraña belleza, una sensibilidad nacida de las cicatrices de las guerras internas de un trovador que subía a los escenarios como si le fuera la vida en ello, como si tuviera plena seguridad de que ese encuentro entre el público, sus canciones y la noche, era el instante perfecto para gritarle al mundo que, pese a todo, teníamos el coraje de estar vivos y que podíamos salvarnos, simplemente, si le tendíamos la mano al que escuchaba al lado sin importar nada más que eso: el abrazo, la ilusión, y la seguridad de compartir el mismo destino, el mismo origen, el mismo país, los mismos conflictos y las mismas esperanzas por ver, mas allá de las fuertes marejadas, un mejor futuro.
Santi, uno de los cuatro topos junto a Varela, Gerardo, Frank, nunca creyó en los paraísos artificiales, ni en los diferentes estadios de la fama. Para el trovador, sencillamente, se trataba de ir por el mundo cargando su guitarra, sus ideales, sus perdidas, para alimentar la ilusión, la moral y las esperanzas de aquellos empeñados en seguir inventando otro planeta, otro futuro, otras libertades, otro destino, en los que valiera la pena realmente vivir como un ser humano. Por eso se le podía ver lo mismo entregando su estrella a los zapatistas en México, a las madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o al público cubano en cualquier parte del planeta durante conciertos nada complacientes, en los que llamaba por su nombre a los conflictos de un país en pugna por mantener en pie los ideales con los que crecieron la mayoría de sus habitantes, al tiempo que se mostraba tal y como era: un sobreviviente íntegro, un trovador que encontró, en la verdadera herencia de la filosofía del rock and roll y la Nueva Trova, su brújula para continuar creando en medio de la indiferencia de un tiempo que no parece comulgar con la poesía.
No creo que se puede hablar a cabalidad de Santiago sin haber crecido con sus canciones en la dureza de los años 90; sin haber visto como cantaba por aquella época con las venas abiertas como si tuviera la vida sobre el filo de un cuchillo; sin haber repetido con amigos que ya no están esos temas memorables que reflejaban aquellas empecinadas utopías que nos ayudaron a mantenernos en pie mientras nuestros padres se las inventaban de mil maneras en el asfalto para ponernos un plato a la mesa. Pero no importaba. Porque después de los conciertos, de las noches, de las largas madrugadas en la Avenida de los Presidentes quedaban los gastados cassetes con las canciones de Santi que nos recordaban, que si volviéramos a nacer, sería preciso ser lo mismo. Santiago sabía que su público ya no era el mismo. Que muchos de sus seguidores ya no se podían reconocer en sus conciertos. Pero de todos modos seguía alentado a las nuevas generaciones a continuar el compromiso con la belleza, con la justicia, con la verdad, mediante nuevas canciones que retrataban sus obsesiones más desgarradoras: Cuba y la vida. Cuba y el futuro. Cuba y su gente. De ahí que no perdía ni un instante para lanzar su opinión sobre los controvertidos contextos que jugaban en contra de la expansión de la cultura cubana, contextos que nombró por su nombre en un diálogo con Granma el pasado mes de agosto. "Siempre he querido pensar que el futuro tiene que ser mejor que el pasado, solo que el futuro está detenido y anclado en una prostituida comercialización feroz de la canción, lejos del arte de hacer canciones. Más que nada los autores componen directamente para un éxito comercial. Tampoco tienen los jóvenes de hoy líderes cantores del calibre de aquellos de los sesenta, setenta y ochenta. Esa pasión militante por la canción poética decayó notablemente, solo espero que sea cíclico y que se vuelva a continuar creando el futuro".
De nuevo el futuro. De nuevo otra de las palabras que define los momentos más desgarradores de su obra, el clímax de sus canciones, y la intensa calma de las noches en vela que utilizaba para darle forma esa colección de temas que hoy, muchos cubanos en cualquier parte del mundo, volverán a colocar en sus equipos de audio para desmentir la noticia de la muerte del inolvidable zurdo maravilloso. Michel Hernandez ... DIARIO GRAMMA

viernes, enero 10, 2014

LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE

(Santiago, Chile, 10 de enero de 1893 - Cartagena, Chile, 2 de enero de 1948) FELIZ CUMPLEAÑOS VICENTE HUIDOBRO !!!!
Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia Hay la espera de mí mismo Y esta espera es otro modo de presencia La espera de mi retorno Yo estoy en otros objetos Ando en viaje dando un poco de mi vida A ciertos árboles y a ciertas piedras Que me han esperado muchos años Se cansaron de esperarme y se sentaron Yo no estoy y estoy Estoy ausente y estoy presente en estado de espera Ellos querrían mi lenguaje para expresarse Y yo querría el de ellos para expresarlos He aquí el equívoco el atroz equívoco Angustioso lamentable Me voy adentrando en estas plantas Voy dejando mis ropas Se me van cayendo las carnes Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas Me estoy haciendo árbol Cuántas cosas me he ido convirtiendo en [otras cosas... Es doloroso y lleno de ternura Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación Hay que guardar silencio Esperar en silencio

sábado, diciembre 28, 2013

LOU REED

El 27 de octubre falleció Lewis Allan Reed (1942-2013). No pudo superar el trasplante de hígado al que había sido sometido unos meses antes. Con su muerte se ha ido una de las figuras más emblemáticas de la historia del rock, un músico más influyente que conocido, autor de una obra poliédrica y descomunal que ha marcado para siempre el devenir de la cultura pop.
De artistas como Lou Reed (1942-2013) están hechos los sueños del rock’n’roll. De una mitología donde rebeldía, excitación y peligro se dan la mano para atravesar el umbral de una realidad contraria a la estipulada en el libro de instrucciones que marca el sentido común. Más mentira que verdad, más tragedia que aventura y con más mártires que héroes, el espíritu del rock se ha sustentado muchas veces en episodios proclives a vivir ese valiente lado salvaje con una inconsciencia prodigiosa. Eterno maná de afectados por el síndrome de Peter Pan, el rock también ha sido, paradójicamente, una escuela alternativa de crecimiento, la gran iniciación a un planeta imaginario, extraño y fantasioso, siempre reacio al aburrido pragmatismo del mundo real.
Esa chispa de búsqueda y autoafirmación que procura el arte desde el principio de los tiempos tuvo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el instante máximo de esplendor del mundo adolescente con la irrupción del rock’n’roll y sus mitos terrenales gloriosos. El cronista urbano Lou Reed definió con maestría esa sensación de escapismo autodidacta, primero con The Velvet Underground desde mediados de los sesenta y después con el arranque de su carrera en solitario en una década, la de los setenta, rebosante de momentos dignos de aclamación. Son esos años los que definen al Lou Reed canónico, el que procuró que tópicos de alta graduación y baja estofa como “sexo, drogas y rock’n’roll” no lo fuesen en absoluto y se convirtiesen en la nueva religión a seguir por las diversas generaciones crecidas al amparo de esa extraña música que sigue sintonizando con las pulsiones más íntimas del ser humano. Lou Reed acabó haciéndose adulto, como el propio rock, y nos entregó discos magníficos en los ochenta (“The Blue Mask”, “New York”), en los noventa (“Songs For Drella”, “Magic And Loss”) y en el nuevo siglo (“The Raven”), pero su período fascinante, el que configura el triángulo equilátero formado por la cochambre glam de “Transformer” (el de los hits), el doloroso y deprimente “Berlin” (el de la cara B más triste de la historia) y el incendiario “Rock N Roll Animal” (el del directo con la mejor electricidad rocanrol), es el que delimitó –entre noviembre de 1972 y febrero de 1974, ¡en solo quince meses!– ese territorio eterno que, como le ocurrió a la Jenny de su canción “Rock & Roll”, salvó su vida y, por supuesto, la de muchos otros. Aunque, efectos colaterales mediante, también condenó gravemente a numerosas víctimas, que se apuntaron al carro de los excesos sin mesura gracias a la conocida leyenda negra del rock que él personificó tan temerariamente al mezclar heroísmo y heroína.
Libertad y libertinaje, sí, por supuesto, pero en la obra de Lou Reed primó, además, sobre todo, la emoción y el ingenio balanceándose entre la pura simpleza y la elevada profundidad... Finalmente, la esencia del mejor rock posible, el clásico y el rupturista, en una música que afectó directamente los sentidos de varias generaciones e instauró, con su magnífica percepción y el groove negro de su irregular pero magnética voz, la aniquilación de todas las inocencias. En efecto: el mundo, el real, se parecía mucho a sus canciones. --------------Publicado en Rockdelux.....(Diciembre 2013)

jueves, diciembre 26, 2013

4 TRES CIENTOS SESENTA Y CINCOS Y UN 366 DE ONCES

Rodrigo Lira
dada la continuidad de la ausencia de tibieza considerando la permanencia de las carencias y ... las ansiedades que se perpetran cotidianamente ... y el frío sobre todo en especial o solo ... o el frío completo en salchicha con mayonesa viscosa ... seminal y estéril ... la sábana sucia que cubre monstruosos ayuntamientos ... la escasez de radiación solar .......... (lo poco que alcanza a llegar a través del monóxido de carbono, el humo de chimeneas pastizales que se queman en febrero cigarrillos chimeneas tubos de escape tubos chimeneas humo) .......... de la que tiene que atravesar además esa sucia sábana que cubre apenas -como mera sábana polucionada- esas teratológicas cópulas esos coitos de ahítos ................................. esas violaciones y estupros .................................................... y las ondas de radio en amplitud o frecuencia modulada las largas y las cortas ondas .............................. de radio de televisión o télex las ondas que emiten las antenas emisoras ....................................y las receptoras, que también reciben esas ondas que la luz solar debe atravesar .........................................lo inconcebiblemente banal y eficazmente hipnógeno de lo que se radiodifunde y televe ..................................lo opaco de los cristales ......................................"color humo por dentro ....................................espejo color bronce hacia el exterior" .................................. los cristales que dispersan los que refractan los que cromatizan la luz ..... lo exiguo de la tasa de luz que alcanza a corresponder per cápita, por cabeza ...........................................lo gachas que se encuentran estas últimas ...........................................(lo desigual de la tasa de luz de cabeza a cabeza) ............................................lo sucio de la sábana que lo cubre todo ...............................................................................o casi todo ..........................................................................o hartas cosas ........................................ (la sucia sábana no se cubre a sí misma) considerando también los olores a añejo, a podrido a quemado o infectado ..........................................parece que como que hubiera que hacer alguna cosa. ........................................Aunque cabe la posibilidad de que sea mejor ...........................................................no hacer nada ...........................................................nada hacia la izquierda ............................................................ nada ......................................................hacia ....................................................la ......................................... derecha ...............................................nada hacia adelante tampoco, más aún, especialmente, nada hacia adelante -está la inercia .............................................................nada hacia atrás, no se puede, trate usted de nadar hacia atrás, no se puede, la historia .......................................................................no retrocede -está la historia -están las bayonetas de la historia bajo las banderas de la historia -está la sangre en las bayonetas de la historia bajo las banderas de la .......................................................................................historia .......................................coagulada ya, reseca, más bien, como yesca yesca de sangre sobre las bayonetas de la historia bajo las banderas de ............... la historia -de lo que está atrás .......................(no fumar, peligro grave de incendios, demasiada yesca -sangre seca- atrás) Nada tampoco ni hacia arriba ni hacia abajo ni hacia adentro ni hacia .................................................................................... afuera .............................nada hacer, no hacer nada -cruzarse de brazos -sentarse en posición de loto -tirarse boca arriba y -mirar el cielo ............................(nada hacia arriba; no pensar en escalar el cielo) -tirarse boca abajo, la mejilla pegada al suelo ...........................................o hundida en el barro (no pensar en hundirse; no evitar hundirse) ...............................al menos cabe la posibilidad de que eso fuera lo que parece que como que hubiera que hacer, la cosa aquella ........................................................................... alguna cabe la posibilidad de que eso fuese: alejarse de la acción .......... con las manos en los bolsillos o con las manos tomadas a la espalda o con las manos enlazadas en la nuca ...................... o levantadas ..... mirando el suelo ................................................a patadas con las piedras ................................................aplastando descuidadamente eventuales caracoles cuncunas, lombrices o cucarachas distraídos-as ............................. -jamás tomarán venganza- alejarse de la acción: irse despacio a ninguna parte ................................pues no hay donde irse ................................pero hay que irse -tal vez, digo yo, como que habría que irse....... -a ninguna parte -tal vez haya donde esconderse, no sé ................................................ en todo caso sería preciso no salir a la calle: ........................los sujetos que en París rayaron las murallas de mayo graficaron las palabras francesas que traducidas al idioma español dicen: .................... la/acción/está/en/la/calle ..........................................................y si hay que alejarse de la acción sería inconsecuente tomar una micro .......................tomar el metro, una liebre, un bus urbano o interurbano, tomar bebidas alcohólicas o de cola o cafecitos habría que morirse de hambre, pienso secarse en una esquina poco frecuentada o en un sótano oscuro, digo yo porque las torres Santa María podrán ser los edificios más altos de Chile pero haga usted la prueba de subir -tendrá que ir bien vestido- tomar uno de esos ascensores que adivinan el pensamiento o poco menos y que son tan veloces como altas son esas torres y llegue lo más arriba que pueda, hasta la terraza, si es posible actúe hacia arriba para después tirarse y no hacer nada abastecido de libertad por lo libre de la caída que te hace abrir los brazos y planear, acercándote a tu reflejo que se acerca hacia arriba desde los espejos de agua con tu imagen multiplicada por los vidrios que por fuera son espejos que reflejan tu imagen cayendo de modo que tú no alcanzas a ver adentro pero que no les impide verte dentro pasar volando en caída libre -y creerían que pasó un ángel y habrá un momento de silencio...- No podrás: alguien sujetará a usted del brazo justo a tiempo ............. alguien o algo, algún robot por ejemplo ..............y alguien -o algo- llamará a una ambulancia a través de un citófono a un teléfono que llamará a una central que .......... pasará el mensaje a otro teléfono etcétera todo a velocidad escasamente menor que la de la luz o la de tu cuerpo en la frustrada caída .................probablemente el radio del radiopatrulla no será necesario habrá una sirena o tal vez no, habrá en todo caso un silencio eléctrico de terapia de choque ...... tac/ ....................................... un vacío ................................................y un hueco para ti en una terapia ............................de grupo ..................... de un grupo cualquiera y sean cuales fueren los cuentos que te cuenten, desgraciado la cuenta que te pasen ...........................saldrás del hospital clínica o centro médico tarareando gracias a la vida motivado por los avisos y consejos de la publicidad que nos ayuda a vivir mejor ...............desde la radio o el televisor que tanto habrán contribuido a tu curación .................................rumbo al local más cercano ................................ en que se pueda jugarle una cartilla a la Polla Gol ....................a cambio de un templo donde sacrificar un gallo a Esculapio ........que ya no se usan esas cosas, pues hombre .................................para después entretenerse un rato mascando chicle de un sabor predilecto ......................................en la máquina de pinbol o pinpong electrónico ..... O sea que en resumen habría que morirse sin alharaca ..... sin pánico cundiendo ni cúnico pandiendo ni púnico candi endo suave, callado el loro .........................-- morirse o quedarse en la vereda como un pedazo más grande que el promedio ...................................de basura saboreando algo así como un candi masticable o un goyak y hasta incluso un caramelo bueno, de Serrano, o fino, de Ambrosoli, ................pero muriéndose, ....................................... muriéndose sin alharaca, ......................................................muriéndose.

miércoles, diciembre 11, 2013

¿ TODOS JUNTOS ?

¿ Para qué vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ? si este mundo es uno y para todos, todos juntos vamos a vivir... El idealismo de la época en la letra de Eduardo Parra, tecladista de Los Jaivas, en Todos Juntos de 1972.
Un mensaje lleno de esperanzas que hoy se vuelve ingenuo ante la maquinaria que nos gobierna. El mundo hoy quiere dirigir nuestra visión y no mezclarnos Pensaba en los " music awards latino ", los grammys latinos, mtv awards europeos, etc. El mundo planea, separa y excluye. No existe un canal de música para todos, por el contrario hay un MTV o VH1 latinos separados por area ( Argentina, Mexico, Chile ) otros europeos, para Asia...Brasil tiene su propio MTV.
Los gringos a cualquier música que les suene distinta a su cultura le llaman " World music "...Y si la cosa se mezcla y se pone dificil le llaman " fusión ". La música es catalogada en categorías arbitrarias y sin sentido. Los músicos tranversales merecen bajo esta visión, una estatua. Que dificil es ser Pedro Aznar cantando una vidala en ingles en el Pat Metheny Group...
Youtube y las redes sociales nos muestra la realidad mundial con sus culturas diversas...la tv por cable en menor medida. Pero la maquinaria comunicacional en la tv o la radio con sus consorcios e ideas añejas nos funden en historias tan dispares como Hugo Moraga para USA o Jack johnson para Chile. ¿Como contrastar a Manuel Garcia con Aloe Blacc o Electrodomesticos con Bon Iver ? Posiblemente los que gustan de Silvio Rodriguez, Vicentico o Serrat no cambiaran de gustos por tener una mayor información, pero si pueden llegar a conocer a Tinderstick, Gotye o Nick Drake. "Que he sacado con quererte "de Violeta Parra, me sigue pareciendo tan rockera y pesada como " Sad Bad True" de Metallica.
O bien, sigo pensando que la estatura de Silvio Rodriguez es comparable a la de John Lennon...dos monstruos de la música de todos los tiempos y lo mejor del siglo pasado. En fin, un buen ejercicio sería escuchar desprejuiciadamente todos los idiomas de la música, sin restricción... Quizas se vendan posters de Violeta Parra en New York O poleras en europa " I Love Los Tres " ¿ por qué no ? O una muralla pintada con la cara de Anita Tijoux en alguna calle de Paris. ¿ Para que vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ?

domingo, diciembre 08, 2013

EL PADRE DE LA CREACIÓN

Todo lo que necesitas es amor. La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Es tan ciego porque sólo ve lo que quiere ver. Si los Beatles o los 60 tuvieron un mensaje, fue: aprende a nadar, y una vez que hayas aprendido, nada. Todos los artistas tienen egos grandes. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable. El amor es la flor que tienes que dejar crecer. No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras. Si tomáramos el poder , tendríamos la tarea de limpiarla de burguesía y de mantener a la gente en un estado mental revolucionario. Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día. Todo es más claro cuando estas enamorado. No necesitas una espada para cortar dos flores. Como ya es usual, siempre hay una gran mujer detrás de cada idiota. Defiendo la revolución en nuestras cabezas. Dirás que soy un soñador, pero no soy el único. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz. El dolor es algo por lo que pasamos todo el tiempo. Nacemos con dolor y el dolor es algo con lo que vivimos casi todo el tiempo. Las canciones que me gustan son las que se tienen solas por sus letras, sin necesidad de la melodía. No necesitan melodía, son poesías. Si pudiera ser un maldito pescador lo sería. Si tuviera la capacidad de ser cualquier cosa menos lo que soy, lo sería. No es divertido ser un artista. Es una tortura. Ser genio es dolor. La creación es un resultado del dolor. Hay que ponerlo en algún lugar, y yo escribo canciones, ¿sabes? No iba a sacrificar el amor verdadero por ningún amigo o negocio, porque al final te quedas solo de noche y ninguno de los dos quería estarlo. No se puede llenar una cama con groupies, no funciona. No quiero ser un swinger. Nada funciona mejor que tener a alguien que te ama abrazándote. Una parte de mi cree que soy un perdedor y la otra parte cree que soy todopoderoso. No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres. La religión es sólo una manera de sacarles el diezmo a los ignorantes, sólo existe un Dios, y ése no se enriquece como los curas charlatanes. Si todo el mundo demandase paz en lugar de otro programa de televisión, entonces habría paz. Siempre fui un rebelde… Pero por otro lado, quería ser amado y aceptado, y no sólo un músico, poeta, lunática y bocazas. Pero no puedo ser lo que no soy. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Nadie me dijo que habría días como estos, días extraños sin duda. Éramos cuatro muchachos. Conocí a Paul, lo invité a unirse a mi banda. Después se unió George y después Ringo. Éramos un grupo que se hizo muy, muy grande, eso es todo. Nuestro mejor trabajo nunca fue grabado. Estábamos hechos para el escenario, y lo que lográbamos en los bares de Liverpool y Hamburgo era fantástico. Tocábamos rock directo y nadie podía superarnos en Inglaterra. He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que estar en los brazos de alguien que amas.

viernes, diciembre 06, 2013

"Armando Rubio Huidobro (1955-1980)", de Jorge Teillier

__por Jorge Teillier____ a Raquel y Alberto__________________________________________________________ Encendido por una llama de aire puro Ariel de las calles santiaguinas De la Gran Avenida a Vitacura a la Estación Mapocho Fugaz torbellino Pájaro huyendo de la jaula de los años O tranquilo ángel En manos de los barberos de las Fuentes de Soda O de los bares a punto de cerrar Donde garzones de chaquetas manchadas Nos sirven los aperitivos de Nuestra Señora de la Muerte. Nadie podía saber Tras oír tu alegre silbido Que más que nadie escuchabas a Ottis Reading Llamándote desde el otro mundo Con su oscuro cantar Todo no es sino un accidente Como lo fue para Ottis. All the jazz Todo debe continuar Toda bulla debe continuar Toda confusión debe continuar Ciudadano de Orihuela y de Isla de Maipo. Deben continuar tu aguda sonrisa y tus versos a la Maratón y tu perro Fulgencio Como tu vida Esa danza que barría toda arena de las playas de la rutina Y tu mejor herencia Es escuchar decir a muchos Que al lado de tu muerte no merecen estar vivos y tampoco nosotros.

jueves, diciembre 05, 2013

NICK DRAKE...EL ESPIRITU DE PINK MOON

Por Amanda Petrusich Ofrecemos un extracto de “Pink Moon” (2007; en España, 2013), título publicado por Libros Crudos que forma parte de la colección 33 1/3, especializada en analizar discos míticos de la historia del rock. En este caso, Amanda Petrusich, la autora, se encarga del “Pink Moon” (1972) de Nick Drake (1948-1974), uno de los trabajos más cautivadores y austeros del folk británico. Como muchas de las grandes obras en el arte, “Pink Moon” fracasó comercialmente para luego, con el paso de los años, convertirse en leyenda. Lo que puedes leer a continuación es, precisamente, el capítulo de inicio del libro, un trabajo en el que Petrusich persigue el espíritu de “Pink Moon” e investiga la creación, la recepción y la trama que envuelve a un álbum que ha marcado a muchos músicos; algunos de ellos (Lou Barlow, M. Ward, Damien Jurado, Robyn Hitchcock...) opinan sobre el gran Nick Drake en las páginas de esta obra de reivindicación de los poderes mágicos de un autor maldito en vida y exitosamente referencial después. El domingo 24 de noviembre de 1974, Nick Drake se retiró a su habitación de Far Leys, la bucólica casa de ladrillos rojos en la que vivía con sus padres en Tanworth-In-Arden, un pequeño e idílico pueblo del condado de Warwickshire, al sur de Birmingham, Inglaterra. Drake había vuelto a vivir en casa de sus padres varias veces desde 1972. Según su primer biógrafo, Patrick Humphries, la habitación de Drake era “diminuta y sencilla, con una pequeña ventana circular en la esquina”, y estaba amueblada con una silla de mimbre, una cama individual, un viejo escritorio de madera y un cuadro que representaba un jarrón de flores. Era austera, ordenada y humilde. En su estantería convivían D. H. Lawrence, “Hamlet”, Browning, Shakespeare y Blake. En algún momento de la madrugada del lunes 25 de noviembre, Drake salió de su habitación, se dirigió a la cocina y se sirvió un tazón de leche con cereales. Masticó y tragó y después volvió lentamente a su habitación. Leyó un fragmento de “El mito de Sísifo” de Albert Camus, un ensayo de 120 páginas acerca del absurdo de la existencia humana. En su tocadiscos sonaban los “Conciertos de Brandeburgo” de Bach. Se desvistió y se quedó en ropa interior. Se acurrucó en la cama. Alcanzó un bote de pastillas. Hacia las seis de la mañana, el corazón de Drake, arrebatado por una dosis del antidepresivo tricíclico Tryptizol treinta veces mayor a la prescrita, dejó de latir. Seis horas más tarde, la madre de Drake, Molly, se dirigió a la habitación de su hijo para ver cómo estaba. “Lo primero que vi fueron sus largas, largas piernas”, recuerda. Dos años y nueves meses antes, Nick Drake había grabado un álbum breve y austero titulado “Pink Moon”. A este le precedieron otros dos LP de folk ricos en arreglos. Ninguno de los tres tuvo ni un atisbo de éxito de crítica o público. Cuando se anunció la muerte de Drake, pocos de sus conocidos se sorprendieron ante la noticia. Muff Winwood, A&R del sello discográfico bajo el que publicaba Drake, Island Records, confesó lo poco sorprendido que quedó al enterarse: “Se veía venir desde hacía tiempo. Nos encogimos de hombros y pensamos que, bueno, no es nada que no esperásemos”. Drake tenía 26 años. De algún modo, parece adecuado que la vida de Drake acabase en su habitación, símbolo universal del refugio íntimo y privado, porque es en nuestras propias habitaciones donde los fans de Drake mejor le recordamos y apreciamos. Para nosotros, honrar a Drake es un ejercicio solitario: cuando todos los demás se han acostado ya, salimos de debajo de las sábanas, corremos las cortinas, encendemos cigarrillos que no fumaremos y abrimos la ventana para observar las estrellas mientras imaginamos a Drake vagando por Far Leys, melancólico y frágil, sosteniendo quizá una vela, o un canuto a medio fumar o un desgastado cuaderno marrón. Nos mordemos los labios e imaginamos a Drake deambulando por los pasillos, contando cajas de cereales, deslizando sus largos y blancos dedos por los lomos de sus libros, dejando caer un vinilo en el tocadiscos. Coge su taza de té, se acurruca con su roída manta amarilla y mira boquiabierto la Luna. Lo vemos empuñar la guitarra, rodear el mástil con la mano y empezar a tocar canciones folk perfectas y conmovedoras.
Han pasado treinta y tres años desde la muerte de Nick Drake, pero sigue siendo vergonzosamente fácil fantasear con ella, llorarla y convertir una simple historia de sobredosis en algo ridículamente épico, tergiversar la historia hasta convertirla en un largo y tortuoso poema sobre el arte, la depresión, la juventud, el vacío. Desgraciadamente, parte de lo que hace que la imagen de Nick Drake sea tan potente es también lo que legitima su legado: el (presunto) suicidio de Drake valida su música de la misma forma en que el de Kurt Cobain validaría la suya dos décadas más tarde, otorgando a sus canciones peso y credibilidad. Ahora, cuando oímos a Drake cantar sobre lo inquieto, solo e invisible que se siente, creemos en su desesperación. Cuando escuchamos “Pink Moon” nos es imposible no notar la presencia de la muerte, enorme y amenazante, inevitable e infinita, cada vez más cercana. Apagar las luces, abrir una vieja ventana que chirría y escuchar “Pink Moon”: eso es lo más cerca que podemos llegar a estar de Nick Drake. Tan solo los pocos afortunados que llegaron a conocer a Drake en vida pueden evocar su presencia y su voz. No existen grabaciones de Drake actuando, fumando, sonriendo, leyendo, comiendo, durmiendo, gimiendo, caminando o respirando, aunque, si buscamos con paciencia entre los vídeos de fans colgados en YouTube, podemos encontrar un clip de once segundos a cámara lenta y sin sonido en el que aparece una figura alta y desgarbada de pelo largo, con americana marrón y pantalón beige, en un festival de folk. El silencio del videoclip es escalofriante, pero, en la sección de comentarios de la página, agitados fans discuten sobre si la figura en cuestión es o no Nick Drake (en realidad podría ser cualquiera). Además de algún que otro fragmento de diálogo intrascendente captado entre sesiones de estudio, existe un único documento confirmado que recoge la voz de Drake. Se trata de una breve y confusa grabación en cinta de casete que Drake hizo a los 19 años con una grabadora casera al volver a su casa de Far Leys después de una fiesta. “Buenas noches, ¿o debería decir ‘buenos días’? Son las cinco menos veinticinco, llevo aquí sentado un rato, en esta misma habitación”, susurra Drake. Su voz suena dulce, profunda y ebria. Los contenidos de la cinta van de lo involuntariamente gracioso (“Creo que he bebido demasiado… Me parece que he vuelto a casa conduciendo por la derecha todo el rato… Estoy muy a gusto aquí sentado, creo que hay algo extraordinario en observar el pomo de la puerta antes de irse a la cama, tiene algo casi misterioso”) a lo sombrío (“En los momentos de tensión, como en este viaje de vuelta a casa, uno olvida fácilmente las mentiras, la verdad y el dolor”). Al existir tan pocos documentos sobre la vida de Nick Drake (su madre, Molly Drake, explica: “Nick dejó tan pocas cosas aparte del legado de su música… Nunca escribía nada, ni un diario personal, ni apenas su nombre en sus libros… Era como si no quisiese que quedara nada de sí mismo excepto su música”) no podemos más que formarnos una imagen de él a través de los recuerdos de otras personas, intentando distinguir entre lo retrospectivo y lo verdadero, volviendo a examinar las letras de sus canciones, sus acordes, afinaciones y sintaxis, rastreándolo todo minuciosamente en busca de alguna pista que nos conduzca a la verdad sobre Nick Drake. Como comenta Patrick Humphries, la escasez de material no musical sobre Drake conduce fácilmente a la proyección y a una mitología excesiva que sobrepasa en muchos casos su obra. “Nick Drake se convierte en un lienzo en blanco en el que sus admiradores pueden pintar su propio cuadro y proyectar sus propias vidas y problemas; un espejo en el que la gente ve su propio dolor y sus promesas rotas”, escribe Humphries. Y como la música de Drake es tan sumamente personal (como dijo el productor de sus discos, Joe Boyd, al ‘New Musical Express’: “Nick era una de esas personas cuya historia puede rastrearse en sus canciones… A medida que iba pasando el tiempo, las canciones empezaron a tratar cada vez menos sobre otra gente y más sobre él mismo”), es especialmente difícil distinguir su música de las verdaderas circunstancias de su vida y escucharla honestamente, sin prejuicios. En lugar de eso, establecemos pequeñas conexiones entre cada suspiro, pausa u oscuro pasaje de sus canciones y la imagen que tenemos de Drake: el pelo despeinado y grasiento, la ropa arrugada y manchada, las uñas recomidas, el cuerpo desplomado sobre un escritorio, sin voz, sin vida, sin esperanza.
En la limitada discografía de Drake, especialmente en “Pink Moon”, es posible (e incluso fácil) establecer una cronología de su depresión. Aun así, resulta demasiado arriesgado y forzado mezclar el arte con la vida real, sacar conclusiones, interpretar angustia en cada rima, utilizar conjeturas externas para explicarnos su mundo interior. Según Cally, exdirector creativo de la oficina londinense de Island Records, quien, junto a la hermana de Drake, Gabrielle, maneja el legado póstumo del músico, este grabó “Pink Moon” en una época de remisión temporal de su depresión y, por tanto, el disco no debería interpretarse con su enfermedad en mente. “Nick era incapaz de escribir y grabar cuando sufría períodos de depresión. Cuando grabó ‘Pink Moon’ no estaba deprimido, y además estaba muy orgulloso del disco, como testifican algunas cartas que escribió a su padre al respecto”, insiste Cally. “Para algunos periodistas y escritores este hecho es bastante frustrante, ya que no refleja sus propias impresiones sobre el álbum. A Nick le desconcertaban mucho dichas impresiones. Creo que los discos de Nick son tan comprendidos como incomprendidos. Y es ahí donde reside su gran belleza y su bienvenido misterio. Por lo que al creador de los discos se refiere, bueno, nadie lo vio nunca como tal”. Reconozco el riesgo de falsear la verdad que comporta mezclar al artista con su obra. Pero eso no quiere decir que pueda evitar hacerlo. Yo me convertí de forma tardía al culto de Drake. Supe de su existencia mucho antes de meterme de lleno en sus discos, en septiembre de 2001, a principios de mi primer semestre en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Vivía en una pequeña ciudad a la orilla del río Hudson, a unos 35 kilómetros al norte de Manhattan, por lo que me desplazaba en tren y en metro, arriba y abajo, de norte a sur. Cada mañana me colgaba la mochila al hombro (llena hasta los topes de libros, papeles, chocolatinas a medio comer, bolígrafos birlados de hoteles, tarjetas de metro, pilas de recambio, etc.), cogía un termo de café templado, me apartaba los mechones rubios húmedos de los ojos y, medio dormida, me adentraba en la mañana fría y gris, justo al alba, para conducir hasta la estación de tren de Croton-Harmon en mi pequeño Honda plateado. Agazapada en el andén, iba metiendo CDs en mi destartalado discman, desesperada por encontrar la banda sonora ideal para un viaje que ya empezaba a parecerme épico y ridículo. Cada mañana, de lunes a viernes, entraba atropelladamente en el mismo vagón, esperando encontrar un sitio junto a la ventana. Me quitaba la mochila y me acurrucaba en un asiento pegajoso de vinilo azul, levantaba las rodillas y las apoyaba contra las paredes de madera falsa del vagón y miraba, sin verlo, el río Hudson, llano y sin color, arrastrándose contra la escarpada cara oeste de las montañas Palisades. Desde Croton hasta la calle 42, en pleno centro de Manhattan, mi tren serpenteaba por la orilla este del río, resiguiendo sus suaves curvas; detrás de la ventana de plástico rayado veía pilas de vías oxidadas, viejas vallas rodeadas de malas hierbas, latas de cerveza vacías acumulándose en aparcamientos vacíos. Leía las señales y los nombres de las estaciones como si fuesen poesía: Panel de Control de Puertas Automáticas, Palanca de Emergencia, Válvula de Frenado de Emergencia. Ossining, Scarborough, Phillips Manor, Tarrytown. Irvington, Ardsley-on-Hudson, Dobbs Ferry, Greystone, Glenwood, Yonkers. A mediados de septiembre ya había perfeccionado mi rutina: sacaba los libros, me tiraba el café encima, anotaba mentalmente que debía comprarme un termo nuevo, sacaba el billete para enseñárselo al revisor y me ponía unos viejos auriculares recubiertos de gomaespuma. Escuchar discos, observar el fluir del río (cada vez menos caudaloso a medida que llegaba al puente de Tappen Zee, más marrón al acercarse al Bronx, y desapareciendo del todo al llegar a Harlem), apartarme cada vez que otros pasajeros intentaban llegar a la puerta de salida: era la mejor parte de un día cruelmente largo.
Ese otoño, las cosas se complicaron bastante en Nueva York. Cuando mi tren llegaba a la estación Grand Central, mientras hacía cola en el Zabar’s para conseguir un bagel de sésamo, miraba de reojo a los agentes de la Guardia Nacional, con sus espaldas pegadas a las frías paredes de la terminal, sus pantalones de camuflaje remetidos en las grandes botas negras y sus colosales armas apuntando al cielo. Policías uniformados del Cuerpo de Policía de Nueva York daban vueltas alrededor de la caseta de información con perros amaestrados para la detección de explosivos. Policías de la Autoridad Portuaria con gorras azul marino observaban con detenimiento a los pasajeros. Tenía la impresión de que mi tarjeta de metro era un billete para el tren de la muerte. Subía y bajaba de trenes sin parar, después cogía el autobús a Times Square, cogía otro tren hasta la calle 96, luego hacía otro trasbordo, subía a la superficie y llegaba, treinta y ocho minutos más tarde, a la 116 con Broadway. El aire olía sucio, a una especie de fuego eléctrico, a cadáveres. Me parecía que cualquier persona con una mochila tenía intención de matarme. En Columbia me pasaba el día holgazaneando en la biblioteca, bebiendo botellas de agua fría y apoyando mi mejilla contra los muros de mármol verde. En el hall había un amenazante busto blanco de Atenea rodeado de los doce signos del zodíaco; la entrada estaba presidida por dos grandes estatuas de bronce que representaban a Zeus y a Apolo. La biblioteca me hacía sentir minúscula. No recuerdo haber comprado nunca “Pink Moon”, pero sé a ciencia cierta que lo tuve, en uno u otro formato, desde el instituto. Recuerdo quedarme despierta hasta muy tarde, bebiendo latas de Coca-Cola de la máquina de vending de los dormitorios, para escribir un intrincado ensayo sobre el uso del tema principal del álbum en un anuncio de televisión que me sirvió posteriormente para obtener mi primera beca en un entorno profesional, en la revista ‘Rolling Stone’. En otoño de 2001 escuchaba “Pink Moon” sin parar: en el tren (podía escuchar el álbum tres veces consecutivas en cuatro trenes distintos), en la cola de la panadería, sentada en un banco, cuando echaba una cabezadita en una clase vacía, mientras hacía fotocopias o garabateaba notas en los trabajos de mis compañeros, cuando rebuscaba libros de segunda mano de Joseph Mitchell en Labyrinth Books, al leer ediciones atrasadas de ‘The New Yorker’, inmóvil en la biblioteca con la cara apoyada en el solemne y académico mármol. Tenía 21 años. Estaba cansada. Empecé a dejarle a mi gato platos enormes de comida por si yo no volvía a casa. Cuando me proponían ir a tomar algo después de las sesiones de trabajo en grupo, me levantaba, me inventaba cualquier excusa y me despedía de mis compañeros con un “hasta luego”. Creía que si decía “adiós”, toda la gente a la que conocía moriría. Al final del día volvía a Grand Central y me apresuraba a coger un tren tras otro para, finalmente, bajarme en la estación de Croton, donde cruzaba el mal iluminado aparcamiento y recorría los últimos quince metros hasta mi coche corriendo. Una vez allí, me horrorizaba al ver el parabrisas lleno de folletos y catálogos mojados anunciando máscaras de gas, cápsulas de potasio yodado, trajes químicos: las nuevas necesidades básicas para la nueva Nueva York; dejaba la bolsa en el asiento del copiloto, rebuscaba mi discman para extraer el CD de “Pink Moon”, lo ponía en el equipo de música del coche y volaba hacia casa. “Pink Moon” sonaba exquisito, a su pesar. Sonaba exquisito a pesar de todo. Me pasé meses escuchando solamente “Pink Moon” porque era el único de mis discos que todavía conservaba algún sentido para mí. Me aferraba a “Pink Moon” como un náufrago a una balsa, asiéndolo demasiado fuerte, acurrucándome en su interior de la misma forma que el resto de gente que conocía se aferraba al trabajo y al alcohol o a los fármacos para intentar borrar de su mente esas imágenes de cuerpos humanos cayendo desde edificios o explotando en aviones o aplastados bajo medio millón de toneladas de acero y cemento. Quería consumir “Pink Moon” hasta que fuese completamente mío, hasta que pudiese poseerlo para siempre, hasta que me encontrase del todo a salvo... Publicado en la web de Rockdelux el 31/5/2013

jueves, octubre 10, 2013

10 motivos por los que odio a Elliott Smith

por Pablo Conde.......
01 - Porque, sin contar las aventuras con su banda Heatmiser, editó sólo cinco discos, más allá del póstumo From A Basement On The Hill, que seguramente saldrá a romper bateas (al menos dentro del mundillo musical). Sólo seis discos. Nunca van a ser suficientes. Ni el doble. Ni el triple. 02 - Porque odiaba sus canciones apenas las terminaba, al igual que los discos al editarlos: decía que eran una mierda y que no hacían más que dejarlo mal parado. Él disfrutaba más del proceso de creación, odiando también las diferencias que había entre la idea original de una canción y lo imposible de plasmarla tal cual. Un poco lo que pasa con las palabras: en tu cerebro están perfectamente alineadas, con prolijidad, chispa y gracia y al llevarlas al papel, todo se va a al carajo. Aunque sus canciones, a pesar de lo que a él le parecían, nunca se fueron al carajo. Ni son una mierda. 03 - Por su tatuaje de Ferdinando, un toro bueno que en el ruedo huele las flores arrojadas por el público en vez de pelear con el torero, quien finalmente lo lleva al campo para que viva entre las flores. Una fábula para chicos interpretada como la búsqueda de un individuo por mantenerse lejos del sistema, de lo preestablecido. Una boludez que no se arrepentía de repetir. 04 - Porque en su época de estudiante de Filosofía y Ciencias Políticas formó parte de una banda llamada A Murder of Crows, que dio letra a Mark Linkous y su Sparklehorse (con quien deberían haber trabado una inmensa amistad, a pesar de que odiaba ser comparado a toda la movida indie-country, desde Sparklehorse hasta Lambchop) 05 - Porque nunca ocultó su tremenda atracción por los Beatles: no paraba de cantar Jealous Guy en sus shows en vivo; hablaba constantemente del Álbum Blanco; odiaba a los separatistas que reinciden en la diferenciación Lennon - McCartney como si no fueran parte del mismo espíritu y no concebía un mundo sin todas y cada una de las etapas que atravesó la banda a lo largo de los años. A Day In The Life fue su primera Canción Favorita. Finalmente tiene la chance de tocarla con Lennon y Harrison. 06 – Porque alguna vez dijo “rara vez pienso en John Lennon como alguien muerto: hay demasiada vida en su música para imaginarlo muerto”, y con esto nos obliga a pensar dos veces acerca de él mismo y su música. 07 – Por todas y cada una de sus canciones, más allá de todo. Porque sus letras son de las buenas, de las que uno relee y relee, sin la música sonando de fondo como sugieren los chicos de Pulp en cada uno de sus discos. Desde Baby Britain (“El revólver se dio vuelta de nuevo, y está listo una vez más. Pet Sounds y sus melodías agridulces también fueron dados vuelta”) a Everything Means Nothing To Me, que cobra otro significado ahora, con su corito in crescendo, dicho con una falsa sonrisa, sacada de lo más profundo de un pozo depresivo.
08 - Porque siempre que se le preguntaba por sus artistas preferidos, además de los Beatles, hablaba de The Clash, Bauhaus y Velvet Underground, los discos que escuchaba de chico. O de Bob Dylan, Stevie Wonder, Alex Chilton y Leadbelly, ya de mayorcito, alejándose de los artistas actuales, salvo Beck, Quasi y Sebadoh. Y volviendo siempre a Beck, compañero de gira y amigo de backstages, artista renegado y mainstream a la vez, casi una obsesión para Elliott. 09 - Porque todas estas cosas son las que hacen que uno lo ame. 10 - Porque se suicidó, dejándonos encerrados afuera de su mundo. Y sintiéndonos terriblemente egoístas por pensar que tenía que seguir adelante por nosotros, por sus fans, sus admiradores, los que nunca le pediríamos un autógrafo. Los que nos sentaríamos a un costado, con una remera gastada y sucia, el pelo grasiento y mucha, mucha timidez, preguntándonos si tocarlo nos transmitiría algo de su genialidad.