La única paradoja de morir
es que no queda tiempo para nada
y aún así morimos.
Me acerco al espejo
confío en él
huyo cuando es de noche
y miento cada mañana
esperando verme.
Pero no sé volver
los recuerdos me arrastran
y entre sollozos
tus ojos no saben de mi
los míos resisten.
A veces los fantasmas me hablan
se ríen de mis versos
de los que escribo, de los que leo
no saben de la oscuridad
y otros milagros.
A veces recuerdo las sombras
todas las noches
su risa, sus pasos
venían por mi
y tras la puerta
pasaban de largo
silbando alguna canción
de Leo Dan o de Sandro.
La paradoja de Valparaiso
es que nunca fue hermoso
fue una enorme metáfora
de quebradas y ascensores,
entre el ruido del mar
y un triste domingo
de mierda
que no se acaba nunca