viernes, agosto 19, 2011

EL ÚLTIMO QUEBRANTO DE LA VIOLETA...





por Sabine Drysdale.


Cinco de febrero de 1967.

-¿Dónde no falla una bala? -le pregunta Violeta Parra a Alberto Zapicán, su última pareja.

-Aquí -le contesta, tocándose la sien con el índice.
1965.

"Esta va a ser su tumba".
Cuando Nicanor Parra entró a la casa de su hermana Violeta en calle Segovia 7366 en la comuna de La Reina y vio esa carpa en el suelo, una carpa de circo pobre, vieja, llena de agujeros, dijo eso: "Esta va a ser su tumba".
Violeta Parra acababa de llegar de París, donde había expuesto sus arpilleras, sus óleos y esculturas en alambre en el Louvre. Allí donde los artistas terminan su carrera, Violeta Parra la había comenzado.
Y con su guitarrón y su voz tosca y sus tonadas y cuecas había sido aplaudida en La Candelaria, en L´Escale y en el Théâtre des Nations de la Unesco de París, también en Finlandia, Unión Soviética, Alemania, Italia, Suiza e Inglaterra.
Pero en 1965 volvía a Chile a instalarse en esa carpa de circo donde su hermano Nicanor presagió la muerte. Ahí Violeta Parra iba a levantar la Universidad del Folclore.
La carpa se inauguró el 17 de diciembre de 1965 en el Parque La Quintrala, en un sitio descampado que le ofreció el entonces alcalde de La Reina, Fernando Castillo Velasco.
-Ojalá nunca lo hubiera hecho -escribió su hijo Ángel Parra en el libro Violeta se fue a los cielos, varios años después.
PISO DE TIERRA

Sentado en el comedor de su casa de Providencia, mientras bebe café de grano, Ángel Parra relata a "Sábado" la última vez que vio a su madre con vida.
-Fue un poquito antes, a fines de enero, fui a la carpa a despedirme. Mis suegros tenían una casa en Isla Negra y nos íbamos todos los veranos.
Colgada en la pared, frente a él está la arpillera "Contra la guerra" que bordó su madre. Ángel Parra no representa los 68 años que tiene, usa pantalones de cuero, el pelo todavía lo tiene oscuro, pero han pasado 44 años desde la muerte de Violeta y los recuerdos aún le duelen.
-La última imagen que tengo de ella es apoyada en una vara de madera que había puesto sobre dos horcones. Tenía el pelo mojado, recién lavado, ella se lo lavaba con quillay. Estaba iluminada como con un aura, pero naturalmente era la luz del sol. Era una mañana preciosa y yo le dije: "Mamá, nos vamos en la tarde a la isla. La espero el lunes". Y ella me dijo: "Sí, por supuesto, voy a ir a almorzar con ustedes".
Guarda silencio.

-Aún la estoy esperando.
La carpa de La Reina tenía unos 40 metros de diámetro. Los lados estaban forrados en madera hasta la mitad y desde ahí se elevaba la lona formando un cono de circo. El escenario era un entablado con una silla y algunos instrumentos, guitarrones, charangos, un arpa y un bombo. Bajo el palo mayor había un fogón donde se quemaba un saco de carbón para los braseros y desde ahí hacia atrás había mesas y sillas para los espectadores, que bebían mate, mistela y aguardiente, y comían sopaipillas, anticuchos de ubre, pana, corazón, carne, chunchules, riñones, chorizo, pan amasado y empanadas fritas. Todo hecho por Violeta.
Cabían cientos de personas, pero nunca se llenó. Había días en que no llegaba nadie. Violeta Parra vivía en una pieza dentro de la misma carpa, una pieza con piso de tierra.
-Cuando volvió de Europa dijo que quería volver a la tierra, al piso de tierra -dice Ángel Parra, zapateando la madera del piso de su casa-. Ella eligió eso. Las cosas materiales no le interesaban.
No hubo cosas materiales en la vida de Violeta. Creció en el campo cerca de Chillán, en una familia de nueve hermanos formada por la campesina Clarisa Sandoval y el profesor y folclorista Nicanor Parra que se volvió alcohólico. Eran tan pobres, que desde niña Violeta le robaba la guitarra a su padre para salir a cantar en ferias y trenes y ganar unos pesos. Los zapatos eran un lujo, los vestidos se los cosía su madre con retazos. También actuó en un circo. A los 15 años llegó a estudiar a Santiago. En la capital comenzó a cantar con sus hermanos en bares. Tocando en uno de esos, El Tordo Azul, conoció al maquinista de trenes Luis Cereceda, militante comunista, su primer marido y padre de sus hijos Ángel e Isabel. Se separaron y luego se casó con el tapicero Luis Arce -padre de sus hijas Carmen Luisa y Rosita Clara-, de quien también se separó. Ganó el premio Caupolicán a la mejor folclorista. La invitaron a cantar a Varsovia, hacia donde viajó en barco, sola. Cuando llevaba 28 días a bordo, en Chile murió su hija Rosita Clara, de tres años, de pulmonía. Se enamoró febrilmente del músico suizo Gilbert Favre, 18 años menor. Y se convirtió en investigadora: recorrió todo Chile recopilando las canciones populares del campo que garabateaba en papeles sueltos.
La orfebre Amalia Chaigneau recuerda el día que acompañó a Violeta hasta la editorial Nascimento para que le publicaran su trabajo. La escena, hoy, la recuerda así:

-Vengo a ver si don Carlos (Nascimento, dueño de la editorial) me publica esto... Son las canciones que recopilé -le dice Violeta al encargado de la editorial.
El hombre revisa las hojas.

-¿No tienen partituras? ¿Notas musicales? ¿No sabes música, Violeta?

-No poh, si supiera sería el Bach de la música chilena.
-Era muy graciosa la Violeta -dice sonriendo Amalia Chaigneau-. Una persona sin ningún barniz, totalmente auténtica. Y si se portaba grosera, se portaba grosera, no le importaba nada.



A pedido de su hermano Nicanor, Violeta Parra escribió su autobiografía en décimas. Luego él le dijo que escribiera una novela. "Eso vas a tener que hacerlo tú mismo", le contestó el día antes de morir, según relató el poeta en el libro Presentación de Violeta Parra, del escritor Leonidas Morales.
En 1966 su rostro maduro, marcado por la viruela que la atacó a los tres años, se volvía cada vez más sombrío. No sólo la carpa estaba siendo un fracaso, también Gilbert Favre, el amor de su vida, la había dejado para radicarse en Bolivia, donde puso una peña y encontró otra mujer. Desolada, escribió para él "Run Run se fue pa'l norte" que, junto a otras canciones como "Gracias a la Vida" y "Volver a los 17" grabó en un disco que tituló Últimas composiciones. Cuando su hermana Hilda le preguntó la razón del nombre, le dijo, riendo: "Porque son las últimas", según consigna el libro Gracias a la Vida, de Bernardo Subercaseaux, Jaime Londono, Patricia Stambuk y Patricia Bravo.
Rubén Nouzeilles, entonces encargado del sello EmiOdeon, con que Violeta tenía contrato, relata -en el documental Violeta, flor de Chile, del cineasta Hugo Arévalo- que un día de 1965 ella llegó a su oficina con una actitud extraña.
-Apareció con un aspecto demacrado, triste, muy vulnerable. Y me dijo en voz baja que me quería hacer escuchar algo. Fuimos al estudio y escuché "Gracias a la Vida". En ese momento me quebré. La tremenda impresión de la música y la letra me sobrepuso en mi conciencia que estaba pasando por una crisis casi terminal, de la cual había que salvarla.


INDIGNADA

Amalia Chaigneau la visitó en su carpa en septiembre de 1966. Sentada en el taller que tiene en su casa de Vitacura, entre piedras y mostacillas, recuerda la última noche que la vio con vida.
-No había más de 30 personas en la carpa. Llovía a cántaros. El lugar estaba hecho un barrial. Cantó Violeta. Cuando terminó el concierto, me dijo, "quédate un rato para que conversemos". Estuvimos tomando mate hasta las tres de la mañana. Echó garabatos contra todo el mundo, entre ellos, contra los dos chiquillos. Estaba muy peleada con sus hijos, porque no querían meterse en el proyecto de la carpa. Tenían, a lo mejor, razón los chiquillos. Ella quería hacer un centro de música popular que pudiera proyectarse más socialmente y los chiquillos querían una peña, ganaban plata y podían vivir de eso.
Cuando Violeta llega de París en 1965, sus hijos Ángel e Isabel tenían La Peña de los Parra en la calle Carmen 340.

-Cuando ella volvió, nosotros ya estábamos lanzados en este proyecto. La concepción de ella era más purista, quería hacer la Universidad del Folclore, alcanzó a editar un folleto con los nombres de los profesores, los cursos, y lo nuestro estaba de moda, muy de moda, y eso a mi mamá le cargaba -dice Ángel, tomando un segundo café.
-¿Se sentía abandonada por ustedes?

-¡Noooo!
Ángel Parra se levanta del comedor, camina hacia su escritorio y regresa con el Libro Mayor de Violeta Parra, escrito por su hermana Isabel.

-Mira, te voy a mostrar una foto.
Lo abre y aparecen las imágenes en blanco y negro de su madre sonriente, rodeada de personas, cantando en la peña de Carmen 340.

-Mira cómo la gente la amaba en la peña, mira la cara que tiene -dice.
Esa noche de lluvia torrencial, mientras tomaba mate, Violeta Parra también despotricó contra el Partido Comunista.

Cuenta Amalia:
-Echó garabato tras garabato. Decía que la habían botado después de que ella había sido muy colaboradora con el partido, aunque no era militante. Estaba muy indignada con la vida. El uruguayo no apareció esa noche, pero yo sabía que estaba adentro.
El uruguayo era Alberto Zapicán. Su último compañero. La última persona que la vio con vida.

Zapicán llegó en 1966 a la carpa con un bombo en el hombro y con ganas de conocer a Violeta. La carpa estaba cayéndose a pedazos y él se ofreció para trabajar, cosiéndola. Se fue quedando. Dormían en la misma pieza, aunque en camas separadas.
-Yo aparecí un poco como una muleta -dice Zapicán en el documental de Arévalo-. Hubo una relación quizás un poco confundida, incluso para Violeta, de pretenderla como una relación de pareja, pero no se dio así, no fue así




EL ÚLTIMO DÍA

El sábado 4 de febrero, Violeta fue a almorzar a la casa de su hermano Nicanor en La Reina. La escena se la relató el poeta a Leonidas Morales:

-Estábamos aquí en una terracita, frente a la quebrada. Ella el martes partía a Europa. Llegó bien tarde, con un regalo, unos patos blancos. Los patos venían amarrados. Yo corté las amarras y salieron volando.
Almorzaron juntos. Violeta le dijo: "Déjame cantarte la última canción". Le tocó "Un domingo en el cielo".
Esa noche su vecino Edmundo Edwards había llegado de Isla de Pascua y los invitaba a una fiesta. Al teléfono, desde Hanga Roa, Edwards cuenta que ese 4 de febrero de 1967 a él también Violeta le regaló un pato, pero se excusó de ir a la fiesta. "Tengo que ir a la peña", le dijo.
-Y se fue a la peña. Yo no sospechaba, si hubiera sospechado, me hubiera movilizado -cuenta Nicanor Parra en el libro de Leonidas Morales.
A la una de la tarde del día siguiente, Alberto Zapicán estaba fuera de la carpa, leyendo, fumando bajo un pino. Ella estaba en su dormitorio escuchando "Río Manzanares".
-¿Qué pasó ese día?

-Eso ya se lo conté a Hugo Arévalo -dice a "Sábado" Zapicán, al telefono desde Uruguay, donde hoy vive.
Así lo relata en el documental:

-Ella quería estar sola. En un momento salió con los ojos desorbitados, con la mirada que a veces tenía, miradas infinitas que no se sabía a qué esqueleto estaba llegando. Si era la esencia humana, a sus grandes respuestas o a sus grandes preguntas. Una mirada desenfocada. Me miró, me preguntó algo y en esa actitud de zombi se retiró. A los pocos minutos, uno, dos, tres, antes de cinco, sonó el estampido. La pregunta fue, ¿dónde no falla una bala?, y yo le dije aquí (se toca la sien derecha), y me quedé fumando.
Alberto Zapicán agrega a "Sábado":

-Unos días antes ella había tenido un intento de suicidio y yo la salvé con un torniquete. Corrí una cuadra con ella. En esas semanas había problemas con Roberto (Parra), el de las cuecas choras. Ella estaba muy convulsionada emocionalmente, muy desbordaba y se automedicaba, fondeaba unas pastillitas y se las tragaba.
-¿Tomaba alcohol también?

-Sí, por ahí tomaba una copita de vino y, como había tomado pastillas, le hacía una convulsión interna que le desataba la borrachera. Fue cuando se tomaron las precauciones. Había un matrimonio que cuidaba la carpa y que ella no tuviera acceso a cuchillos. Se preveía un desenlace así. Ese matrimonio había escondido el revólver. Ella buscaba y buscaba, hasta que al final lo encontró.
Esa tarde, el cuidador de la carpa llegó corriendo hasta la casa de Nicanor Parra. El relato aparece en el libro de Morales:

-Don Nicanor, acaba de ocurrir una cosa terrible -le dijo.
-Lo sospecho, ¿por qué no la llevan a la posta?

"(El hombre) se quedó en silencio mirando al suelo. Después me pasó una carta. Me dijo: 'Esta carta estaba en las rodillas de ella'. Una carta con manchas de sangre".
Esa carta nunca ha sido publicada. Nicanor Parra se la ha mostrado a pocos. Entre ellos, a su sobrina Isabel, que en su libro cuenta que no deja títere con cabeza, hijos incluidos. Leonidas Morales la leyó y dice, al teléfono, que es una carta terrible, manuscrita, muy lúcida, que no alcanza a llenar una página, donde hace algunas menciones familiares. El papel está manchado con sangre.
Ángel Parra prepara más café.

-¿Ha leído usted la carta?

-No me interesa.
"Echó garabatos contra todo el mundo, entre ellos, contra los dos chiquillos. Estaba muy peleada con sus hijos, porque no querían meterse en el proyecto de la carpa", recuerda su amiga Amalia Chaigneau.




domingo, agosto 14, 2011

Por qué Borges es nuestro único clásico universal




Las claves de su marca en la literatura universal. Nunca se amoldó a su espacio ni a su tiempo. Defendió el entretenimiento como criterio de lectura y la composición por sobre el azar. Y su literatura está más viva que nunca.

POR GONZALO AGUILAR - Docente y ensayista







(Borges Edición Especial, a 25 años de su muerte)

Borges es, entre todos los escritores argentinos, nuestro único clásico universal. Su nombre puede ser colocado al lado de los más grandes escritores de todos los tiempos sin provocar risa ni escepticismo. Nacido en un arrabal del mundo literario, si Borges ha llegado a ser un clásico universal no fue por la inverosímil efusión del genio sino por la laboriosa tarea de un escritor que se fue haciendo y rehaciendo con el paso del tiempo.

El principal modo de la universalidad de Borges fue asumir una posición desplazada tanto respecto del espacio como de su tiempo. La posición de desplazado, de orillero, de extraterritorial lo acompañó durante su vida de escritor.

Así, en la Argentina siempre tuvo algo de extranjero y no es casual que su última voluntad haya sido ser enterrado en Suiza, la patria de los conjurados en la que pasó su adolescencia. En relación con la elite cultural y de clase que frecuentaba, tenía algo de primo pobre y arribista: en los treinta, mientras sus amigos viajaban a Europa, él acudía puntualmente a su trabajo en la biblioteca municipal del barrio de Almagro. En su relación con el siglo XX, fue un inactual, un intempestivo, alguien que prefirió construir lo contemporáneo con textos de otros siglos. Fue ajeno a las modas y cultivó, sobre todo en sus ensayos, una discrepancia con las voces autorizadas que fue, a menudo, despiadada.

Frente a una tradición como la argentina, caracterizada por su inclinación hispánica o francófila, Borges introdujo la variable inglesa y defendió el uso de los géneros, el entretenimiento como criterio de lectura, la composición por sobre el azar (postulado por los surrealistas a quienes desdeñaba). Todas estas virtudes, las había encontrado, según afirmaba él mismo, en los escritores anglosajones. A diferencia de los escritores de su época que apostaban a la gran obra, Borges raramente escribió textos de más de diez páginas, y en una literatura que buscaba con afán el compromiso o la intervención, optó por el destiempo y compuso relatos que, antes que recetas, ofrecieron deliberaciones conjeturales (no otra cosa es la ficción en Borges). En un mundo en el que predominan el culto a la persona y a la identidad, Borges nunca se resignó simplemente a ser Borges: proclamó "la nadería de la personalidad" y simuló ser tan vasto y múltiple como el universo.



La aspiración universal y cosmopolita de Borges también se expresó en su permanente polémica con los nacionalistas, sobre quienes tenía una ventaja: conocía mucho mejor la literatura nacional y supo hacer de ella una interpretación más inteligente, desprejuiciada y libre (de su paso por las vanguardias le había quedado una incredulidad perspicaz contra el autoritarismo de cualquier tradición).

Si defendía a algún autor local no lo hacía por ser argentino sino por considerarlo bueno.

Otra inflexión hace de Borges un clásico universal: haber inventado en un género tan corriente como el cuento, una forma inédita. Creó un narrador conjetural que parece estar al mismo tiempo inventando tramas y constatando información.

Y lo hizo con un modo de narrar que refiere los acontecimientos de manera indirecta y que casi siempre se vale de fuentes librescas raras o apócrifas. El estilo de estos relatos es inconfundible y sus procedimientos saben producir un pequeño escándalo en el orden del lenguaje mediante dobles negaciones, oxímoros, paradojas, enumeraciones desequilibradas.

Borges fue objeto de crítica desde posiciones muy diversas.

Desde el peronismo, un ensayista mediocre como José Hernández Arregui lo llamó "pájaro nocturno de la cultura colonizada" y objetó su "colonialismo literario afeminado y sin tierra". Los críticos de Contorno, que no eran mediocres, lo criticaron por su falta de compromiso. Y sin embargo, no se puede concebir la literatura de Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, César Aira, Juan José Saer y muchos otros sin la consideración de lo que Alan Pauls llamó "el factor Borges". Tampoco los mejores críticos locales como Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer, Sylvia Molloy o Noé Jitrik hubieran ensamblado sus máquinas de lectura sin el auxilio de su literatura. Salvo en la poesía, donde su influjo es menor que el de Oliverio Girondo o Juan L. Ortiz, Borges conjugó para sus herederos narrativos la alegría del aprendizaje y la pesadilla de lo insuperable.

Hay, de todos modos, entre los infinitos Borges que la crítica ha relevado, uno que todavía está por descubrirse: el cultor de los misterios narrativos que practica en su obra una magia profana y profanadora. Porque si bien Borges pertenece a ese linaje de escritores que se remonta a Edgar Allan Poe y concibe los relatos y los poemas como artefactos deliberados, es decir, hechos a conciencia, también puede descubrirse en ellos locura, animalidad, perversas elucubraciones. Más allá de sus apuestas al orden y a la inteligencia, Borges nunca dejó de colocar en el centro de sus narraciones un misterio que nos deja perplejos: ¿por qué Kilpatrick, el protagonista de Tema del traidor y del héroe, termina colaborando con aquellos a los que quiso traicionar? ¿Es la historia de Emma Zunz un incesto figurado basado en una historia, la del padre, que nunca se podrá saber si es verdadera? ¿Cómo interpretar la referencia a la homosexualidad de la cita bíblica que encabeza "La intrusa"? ¿Por qué el suicidio es la cifra de resolución de varias de sus narraciones? Bajo el carácter supuestamente frío y cerebral de su imaginación narrativa, a medida que pasa el tiempo se hace cada vez más evidente la violencia sediciosa de sus delirios trágicos, de sus perversidades y de su risa intempestiva. Borges todavía es un extemporáneo, Borges todavía está en el futuro.

viernes, agosto 05, 2011

BAJEMOS EL PARO...




SIMÓN CASTRO GONZÁLEZ
Estudiante de Medicina de la Universidad de Chile





Bajemos el paro porque estamos cerca de perder el año académico. Quién no es capaz de cerrar los ojos, respirar profundo y hacer como que las profundas discrepancias que los estudiantes tenemos con el sistema educacional no existieran. Se ha cumplido el límite de tiempo. En buen chileno, “sonamos” “pa` la otra no más”.

Porque el gobierno sí que se ha dado el tiempo de redactar ya dos propuestas. Cierto. Básicamente consistían en lo mismo. Pero son dos al fin y al cabo. Que la única gran diferencia sea el nombre de la oferta, la extensión del documento, el ministro que la pronuncia, o que en la segunda se mencione la palabra “Constitución” no es el tema. Son dos propuestas y nadie podría decir lo contrario.

Bajemos el paro porque cada vez son más ciudadanos los que no quieren que marchemos. No quieren vernos más en las calles. Están cansados. No tanto como nosotros. Pero por respeto a sus propios problemas, que deben ser muchísimo más importante que la educación de su país, dejemos de molestarlos. Y para qué andamos con cosas. Nos pusimos fomes. Pasamos de moda. Como decimos los chilenos “ta bueno ya”.

Porque los trabajadores de Chile no están sudando la gota gorda para que nos dediquemos a protestar. No están soportando abusos en las empresas o las mediocridades del sistema público para que sus hijos estén bailando en carnavales o participando en manifestaciones artísticas callejeras. No están endeudados hasta el cuello para que todos los jueves en la noche sus hijos sean sospechosos de destrozos a la propiedad pública. Ellos prefieren seguir con sus vidas. Continuar sufriendo los mismos problemas. Después de todo es la vida y los problemas que les tocó y que les pertenecen. Seguramente no sospechan que sus hijos en pocos años vivirán lo mismo. O quizás sí lo saben y están orgullosos de que así sea para que sepan lo que se siente. Démosle el favor.

Detengamos el movimiento estudiantil porque por más de veinte años se han respetado a las autoridades. Se ha creído en los políticos y en las instituciones. Quiénes nos creemos como para romper esta tradición. No importa que la clase media sea explotada, que los pobres sigan pobres ni que los ricos lo sean aún más. El respeto es lo primero. Qué nos creemos para no creer en esta democracia que tanto se luchó por conseguir. Qué se cree Camila. Qué se cree Giorgio. ¿Estudiantes hablando de nacionalización del cobre? ¿De reforma tributaria? Asumamos que se nos subieron los humos. Eso había que dejárselo a los expertos. Había que dejárselo a los grandes. Nosotros somos jóvenes, creativos, “cabros choros”, pero hasta ahí no más. Nos desubicamos. Nos pusimos densos. Pensamos demasiado.




Paremos de movilizarnos porque ya no salimos en la tele. Para ser honestos nunca aparecimos tanto. Salvo las innumerables intervenciones masivas en la vía pública, los cincuenta pelagatos que pelean a piedrazos con carabineros después de las marchas, y poquito más. Instauramos la “nueva forma de protestar”. Con eso los editores creyeron que era suficiente. La idea de debate por cadena nacional sobre educación con el gobierno no va a prosperar. El canal de todos los chilenos prefiere enfocar su área de reportajes al fichaje de Alexis Sánchez al Barcelona o a la realidad de otros países tras sus propias catástrofes naturales. El canal estatal censura a cincuenta universitarios que pedían leer un comunicado de un minuto durante el noticiero y cada vez que anuncia una noticia sobre el movimiento estudiantil lo hace con una linda foto ilustrativa de destrozos y desmanes de fondo. A usted, después de dos meses de movilización ¿le han explicado en la televisión qué piden los estudiantes y por qué lo hacen?

¿Usted cree que es solo plata? ¿También se creyó que la renacionalización del cobre era parte del petitorio? ¿No cree que la televisión estatal debería haber cumplido su rol de informar, más allá de la forma, del fondo de todo esto? Lo lamentable es que mucha gente cansada del movimiento son los mismos que no saben de qué se trata. Pero ¿sabe qué? Lo entiendo. A mí también me gusta el fútbol y disfruté esta Copa América. También veo tele para entretenerme. Y desde que los estudiantes se pusieron monótonos, con las caras más largas y tristes yo también hago zapping. Si hasta encuentro más fea a la Camila.

Desertemos de esta mala idea del paro porque cada país tiene el Presidente que se merece. Si el hombre que lleva la batuta de Chile ve la educación como un “bien de mercado”, tiene sentido que cada propuesta del gobierno venga con “ofertones” como una rebaja de la tasa de interés de un 2% en el Crédito con Aval del Estado o una mayor cantidad de becas. Se explica que se busquen nombres que peguen como “GANE” y “FE”. Se explica que en esta última propuesta se mencione de manera rimbombante la Constitución. Se explican tantas cosas. El problema es que no se entienden ni se comparten. No podemos pedirle peras al Olmo. Quién puede culpar al legítimo ganador de una elección, la escasa representatividad de esta misma. Aunque esa elección haya sido al “cape nane nú”. Aunque haya sido por descarte. Fue legal, fue democrático. Lo realmente lamentable es que la mayoría haya votado por él. Y que la segunda gran mayoría no haya votado.

Bajemos el paro, dejemos todo como está. Volvamos a clases. Que este movimiento se recuerde como un gran dolor de cabeza. Como una pérdida inmensa de tiempo. Que pase sin pena ni gloria. Que se recuerde solo por conseguir buenas intenciones, efervescencia, incertidumbres, análisis vacíos y anécdotas para contar en algún asado. Pero, otra vez, nada de fondo. Nada trascendente. Nada que asegure que los hijos y nitos de este país mañana vivan en un país mejor. Porque de eso se trataba. ¿O alguien pensó que los cambios nos iban a afectar directamente a la masa que protesta hoy?

Detengamos todo esto porque no vamos a cambiar el hecho de que los políticos de este país no nos representen y más bien se interpongan en las necesidades y opiniones de las mayorías ciudadanas. Porque nos falta romanticismo, reflexión, cariño, lealtad. Nos sobra individualismo, egoísmo, cobardía, inseguridad. Porque la prensa se encarga todos los días de modificar hoy lo que vivimos ayer. Porque estamos solos. Porque este país no se merece la juventud que tiene. Porque en buen chileno, este país es una mierda y no pretende dejar de serlo.




Extraido de El Mostrador.