miércoles, diciembre 11, 2013

¿ TODOS JUNTOS ?

¿ Para qué vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ? si este mundo es uno y para todos, todos juntos vamos a vivir... El idealismo de la época en la letra de Eduardo Parra, tecladista de Los Jaivas, en Todos Juntos de 1972.
Un mensaje lleno de esperanzas que hoy se vuelve ingenuo ante la maquinaria que nos gobierna. El mundo hoy quiere dirigir nuestra visión y no mezclarnos Pensaba en los " music awards latino ", los grammys latinos, mtv awards europeos, etc. El mundo planea, separa y excluye. No existe un canal de música para todos, por el contrario hay un MTV o VH1 latinos separados por area ( Argentina, Mexico, Chile ) otros europeos, para Asia...Brasil tiene su propio MTV.
Los gringos a cualquier música que les suene distinta a su cultura le llaman " World music "...Y si la cosa se mezcla y se pone dificil le llaman " fusión ". La música es catalogada en categorías arbitrarias y sin sentido. Los músicos tranversales merecen bajo esta visión, una estatua. Que dificil es ser Pedro Aznar cantando una vidala en ingles en el Pat Metheny Group...
Youtube y las redes sociales nos muestra la realidad mundial con sus culturas diversas...la tv por cable en menor medida. Pero la maquinaria comunicacional en la tv o la radio con sus consorcios e ideas añejas nos funden en historias tan dispares como Hugo Moraga para USA o Jack johnson para Chile. ¿Como contrastar a Manuel Garcia con Aloe Blacc o Electrodomesticos con Bon Iver ? Posiblemente los que gustan de Silvio Rodriguez, Vicentico o Serrat no cambiaran de gustos por tener una mayor información, pero si pueden llegar a conocer a Tinderstick, Gotye o Nick Drake. "Que he sacado con quererte "de Violeta Parra, me sigue pareciendo tan rockera y pesada como " Sad Bad True" de Metallica.
O bien, sigo pensando que la estatura de Silvio Rodriguez es comparable a la de John Lennon...dos monstruos de la música de todos los tiempos y lo mejor del siglo pasado. En fin, un buen ejercicio sería escuchar desprejuiciadamente todos los idiomas de la música, sin restricción... Quizas se vendan posters de Violeta Parra en New York O poleras en europa " I Love Los Tres " ¿ por qué no ? O una muralla pintada con la cara de Anita Tijoux en alguna calle de Paris. ¿ Para que vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ?

domingo, diciembre 08, 2013

EL PADRE DE LA CREACIÓN

Todo lo que necesitas es amor. La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Es tan ciego porque sólo ve lo que quiere ver. Si los Beatles o los 60 tuvieron un mensaje, fue: aprende a nadar, y una vez que hayas aprendido, nada. Todos los artistas tienen egos grandes. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable. El amor es la flor que tienes que dejar crecer. No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras. Si tomáramos el poder , tendríamos la tarea de limpiarla de burguesía y de mantener a la gente en un estado mental revolucionario. Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día. Todo es más claro cuando estas enamorado. No necesitas una espada para cortar dos flores. Como ya es usual, siempre hay una gran mujer detrás de cada idiota. Defiendo la revolución en nuestras cabezas. Dirás que soy un soñador, pero no soy el único. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz. El dolor es algo por lo que pasamos todo el tiempo. Nacemos con dolor y el dolor es algo con lo que vivimos casi todo el tiempo. Las canciones que me gustan son las que se tienen solas por sus letras, sin necesidad de la melodía. No necesitan melodía, son poesías. Si pudiera ser un maldito pescador lo sería. Si tuviera la capacidad de ser cualquier cosa menos lo que soy, lo sería. No es divertido ser un artista. Es una tortura. Ser genio es dolor. La creación es un resultado del dolor. Hay que ponerlo en algún lugar, y yo escribo canciones, ¿sabes? No iba a sacrificar el amor verdadero por ningún amigo o negocio, porque al final te quedas solo de noche y ninguno de los dos quería estarlo. No se puede llenar una cama con groupies, no funciona. No quiero ser un swinger. Nada funciona mejor que tener a alguien que te ama abrazándote. Una parte de mi cree que soy un perdedor y la otra parte cree que soy todopoderoso. No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres. La religión es sólo una manera de sacarles el diezmo a los ignorantes, sólo existe un Dios, y ése no se enriquece como los curas charlatanes. Si todo el mundo demandase paz en lugar de otro programa de televisión, entonces habría paz. Siempre fui un rebelde… Pero por otro lado, quería ser amado y aceptado, y no sólo un músico, poeta, lunática y bocazas. Pero no puedo ser lo que no soy. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Nadie me dijo que habría días como estos, días extraños sin duda. Éramos cuatro muchachos. Conocí a Paul, lo invité a unirse a mi banda. Después se unió George y después Ringo. Éramos un grupo que se hizo muy, muy grande, eso es todo. Nuestro mejor trabajo nunca fue grabado. Estábamos hechos para el escenario, y lo que lográbamos en los bares de Liverpool y Hamburgo era fantástico. Tocábamos rock directo y nadie podía superarnos en Inglaterra. He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que estar en los brazos de alguien que amas.

viernes, diciembre 06, 2013

"Armando Rubio Huidobro (1955-1980)", de Jorge Teillier

__por Jorge Teillier____ a Raquel y Alberto__________________________________________________________ Encendido por una llama de aire puro Ariel de las calles santiaguinas De la Gran Avenida a Vitacura a la Estación Mapocho Fugaz torbellino Pájaro huyendo de la jaula de los años O tranquilo ángel En manos de los barberos de las Fuentes de Soda O de los bares a punto de cerrar Donde garzones de chaquetas manchadas Nos sirven los aperitivos de Nuestra Señora de la Muerte. Nadie podía saber Tras oír tu alegre silbido Que más que nadie escuchabas a Ottis Reading Llamándote desde el otro mundo Con su oscuro cantar Todo no es sino un accidente Como lo fue para Ottis. All the jazz Todo debe continuar Toda bulla debe continuar Toda confusión debe continuar Ciudadano de Orihuela y de Isla de Maipo. Deben continuar tu aguda sonrisa y tus versos a la Maratón y tu perro Fulgencio Como tu vida Esa danza que barría toda arena de las playas de la rutina Y tu mejor herencia Es escuchar decir a muchos Que al lado de tu muerte no merecen estar vivos y tampoco nosotros.

jueves, diciembre 05, 2013

NICK DRAKE...EL ESPIRITU DE PINK MOON

Por Amanda Petrusich Ofrecemos un extracto de “Pink Moon” (2007; en España, 2013), título publicado por Libros Crudos que forma parte de la colección 33 1/3, especializada en analizar discos míticos de la historia del rock. En este caso, Amanda Petrusich, la autora, se encarga del “Pink Moon” (1972) de Nick Drake (1948-1974), uno de los trabajos más cautivadores y austeros del folk británico. Como muchas de las grandes obras en el arte, “Pink Moon” fracasó comercialmente para luego, con el paso de los años, convertirse en leyenda. Lo que puedes leer a continuación es, precisamente, el capítulo de inicio del libro, un trabajo en el que Petrusich persigue el espíritu de “Pink Moon” e investiga la creación, la recepción y la trama que envuelve a un álbum que ha marcado a muchos músicos; algunos de ellos (Lou Barlow, M. Ward, Damien Jurado, Robyn Hitchcock...) opinan sobre el gran Nick Drake en las páginas de esta obra de reivindicación de los poderes mágicos de un autor maldito en vida y exitosamente referencial después. El domingo 24 de noviembre de 1974, Nick Drake se retiró a su habitación de Far Leys, la bucólica casa de ladrillos rojos en la que vivía con sus padres en Tanworth-In-Arden, un pequeño e idílico pueblo del condado de Warwickshire, al sur de Birmingham, Inglaterra. Drake había vuelto a vivir en casa de sus padres varias veces desde 1972. Según su primer biógrafo, Patrick Humphries, la habitación de Drake era “diminuta y sencilla, con una pequeña ventana circular en la esquina”, y estaba amueblada con una silla de mimbre, una cama individual, un viejo escritorio de madera y un cuadro que representaba un jarrón de flores. Era austera, ordenada y humilde. En su estantería convivían D. H. Lawrence, “Hamlet”, Browning, Shakespeare y Blake. En algún momento de la madrugada del lunes 25 de noviembre, Drake salió de su habitación, se dirigió a la cocina y se sirvió un tazón de leche con cereales. Masticó y tragó y después volvió lentamente a su habitación. Leyó un fragmento de “El mito de Sísifo” de Albert Camus, un ensayo de 120 páginas acerca del absurdo de la existencia humana. En su tocadiscos sonaban los “Conciertos de Brandeburgo” de Bach. Se desvistió y se quedó en ropa interior. Se acurrucó en la cama. Alcanzó un bote de pastillas. Hacia las seis de la mañana, el corazón de Drake, arrebatado por una dosis del antidepresivo tricíclico Tryptizol treinta veces mayor a la prescrita, dejó de latir. Seis horas más tarde, la madre de Drake, Molly, se dirigió a la habitación de su hijo para ver cómo estaba. “Lo primero que vi fueron sus largas, largas piernas”, recuerda. Dos años y nueves meses antes, Nick Drake había grabado un álbum breve y austero titulado “Pink Moon”. A este le precedieron otros dos LP de folk ricos en arreglos. Ninguno de los tres tuvo ni un atisbo de éxito de crítica o público. Cuando se anunció la muerte de Drake, pocos de sus conocidos se sorprendieron ante la noticia. Muff Winwood, A&R del sello discográfico bajo el que publicaba Drake, Island Records, confesó lo poco sorprendido que quedó al enterarse: “Se veía venir desde hacía tiempo. Nos encogimos de hombros y pensamos que, bueno, no es nada que no esperásemos”. Drake tenía 26 años. De algún modo, parece adecuado que la vida de Drake acabase en su habitación, símbolo universal del refugio íntimo y privado, porque es en nuestras propias habitaciones donde los fans de Drake mejor le recordamos y apreciamos. Para nosotros, honrar a Drake es un ejercicio solitario: cuando todos los demás se han acostado ya, salimos de debajo de las sábanas, corremos las cortinas, encendemos cigarrillos que no fumaremos y abrimos la ventana para observar las estrellas mientras imaginamos a Drake vagando por Far Leys, melancólico y frágil, sosteniendo quizá una vela, o un canuto a medio fumar o un desgastado cuaderno marrón. Nos mordemos los labios e imaginamos a Drake deambulando por los pasillos, contando cajas de cereales, deslizando sus largos y blancos dedos por los lomos de sus libros, dejando caer un vinilo en el tocadiscos. Coge su taza de té, se acurruca con su roída manta amarilla y mira boquiabierto la Luna. Lo vemos empuñar la guitarra, rodear el mástil con la mano y empezar a tocar canciones folk perfectas y conmovedoras.
Han pasado treinta y tres años desde la muerte de Nick Drake, pero sigue siendo vergonzosamente fácil fantasear con ella, llorarla y convertir una simple historia de sobredosis en algo ridículamente épico, tergiversar la historia hasta convertirla en un largo y tortuoso poema sobre el arte, la depresión, la juventud, el vacío. Desgraciadamente, parte de lo que hace que la imagen de Nick Drake sea tan potente es también lo que legitima su legado: el (presunto) suicidio de Drake valida su música de la misma forma en que el de Kurt Cobain validaría la suya dos décadas más tarde, otorgando a sus canciones peso y credibilidad. Ahora, cuando oímos a Drake cantar sobre lo inquieto, solo e invisible que se siente, creemos en su desesperación. Cuando escuchamos “Pink Moon” nos es imposible no notar la presencia de la muerte, enorme y amenazante, inevitable e infinita, cada vez más cercana. Apagar las luces, abrir una vieja ventana que chirría y escuchar “Pink Moon”: eso es lo más cerca que podemos llegar a estar de Nick Drake. Tan solo los pocos afortunados que llegaron a conocer a Drake en vida pueden evocar su presencia y su voz. No existen grabaciones de Drake actuando, fumando, sonriendo, leyendo, comiendo, durmiendo, gimiendo, caminando o respirando, aunque, si buscamos con paciencia entre los vídeos de fans colgados en YouTube, podemos encontrar un clip de once segundos a cámara lenta y sin sonido en el que aparece una figura alta y desgarbada de pelo largo, con americana marrón y pantalón beige, en un festival de folk. El silencio del videoclip es escalofriante, pero, en la sección de comentarios de la página, agitados fans discuten sobre si la figura en cuestión es o no Nick Drake (en realidad podría ser cualquiera). Además de algún que otro fragmento de diálogo intrascendente captado entre sesiones de estudio, existe un único documento confirmado que recoge la voz de Drake. Se trata de una breve y confusa grabación en cinta de casete que Drake hizo a los 19 años con una grabadora casera al volver a su casa de Far Leys después de una fiesta. “Buenas noches, ¿o debería decir ‘buenos días’? Son las cinco menos veinticinco, llevo aquí sentado un rato, en esta misma habitación”, susurra Drake. Su voz suena dulce, profunda y ebria. Los contenidos de la cinta van de lo involuntariamente gracioso (“Creo que he bebido demasiado… Me parece que he vuelto a casa conduciendo por la derecha todo el rato… Estoy muy a gusto aquí sentado, creo que hay algo extraordinario en observar el pomo de la puerta antes de irse a la cama, tiene algo casi misterioso”) a lo sombrío (“En los momentos de tensión, como en este viaje de vuelta a casa, uno olvida fácilmente las mentiras, la verdad y el dolor”). Al existir tan pocos documentos sobre la vida de Nick Drake (su madre, Molly Drake, explica: “Nick dejó tan pocas cosas aparte del legado de su música… Nunca escribía nada, ni un diario personal, ni apenas su nombre en sus libros… Era como si no quisiese que quedara nada de sí mismo excepto su música”) no podemos más que formarnos una imagen de él a través de los recuerdos de otras personas, intentando distinguir entre lo retrospectivo y lo verdadero, volviendo a examinar las letras de sus canciones, sus acordes, afinaciones y sintaxis, rastreándolo todo minuciosamente en busca de alguna pista que nos conduzca a la verdad sobre Nick Drake. Como comenta Patrick Humphries, la escasez de material no musical sobre Drake conduce fácilmente a la proyección y a una mitología excesiva que sobrepasa en muchos casos su obra. “Nick Drake se convierte en un lienzo en blanco en el que sus admiradores pueden pintar su propio cuadro y proyectar sus propias vidas y problemas; un espejo en el que la gente ve su propio dolor y sus promesas rotas”, escribe Humphries. Y como la música de Drake es tan sumamente personal (como dijo el productor de sus discos, Joe Boyd, al ‘New Musical Express’: “Nick era una de esas personas cuya historia puede rastrearse en sus canciones… A medida que iba pasando el tiempo, las canciones empezaron a tratar cada vez menos sobre otra gente y más sobre él mismo”), es especialmente difícil distinguir su música de las verdaderas circunstancias de su vida y escucharla honestamente, sin prejuicios. En lugar de eso, establecemos pequeñas conexiones entre cada suspiro, pausa u oscuro pasaje de sus canciones y la imagen que tenemos de Drake: el pelo despeinado y grasiento, la ropa arrugada y manchada, las uñas recomidas, el cuerpo desplomado sobre un escritorio, sin voz, sin vida, sin esperanza.
En la limitada discografía de Drake, especialmente en “Pink Moon”, es posible (e incluso fácil) establecer una cronología de su depresión. Aun así, resulta demasiado arriesgado y forzado mezclar el arte con la vida real, sacar conclusiones, interpretar angustia en cada rima, utilizar conjeturas externas para explicarnos su mundo interior. Según Cally, exdirector creativo de la oficina londinense de Island Records, quien, junto a la hermana de Drake, Gabrielle, maneja el legado póstumo del músico, este grabó “Pink Moon” en una época de remisión temporal de su depresión y, por tanto, el disco no debería interpretarse con su enfermedad en mente. “Nick era incapaz de escribir y grabar cuando sufría períodos de depresión. Cuando grabó ‘Pink Moon’ no estaba deprimido, y además estaba muy orgulloso del disco, como testifican algunas cartas que escribió a su padre al respecto”, insiste Cally. “Para algunos periodistas y escritores este hecho es bastante frustrante, ya que no refleja sus propias impresiones sobre el álbum. A Nick le desconcertaban mucho dichas impresiones. Creo que los discos de Nick son tan comprendidos como incomprendidos. Y es ahí donde reside su gran belleza y su bienvenido misterio. Por lo que al creador de los discos se refiere, bueno, nadie lo vio nunca como tal”. Reconozco el riesgo de falsear la verdad que comporta mezclar al artista con su obra. Pero eso no quiere decir que pueda evitar hacerlo. Yo me convertí de forma tardía al culto de Drake. Supe de su existencia mucho antes de meterme de lleno en sus discos, en septiembre de 2001, a principios de mi primer semestre en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Vivía en una pequeña ciudad a la orilla del río Hudson, a unos 35 kilómetros al norte de Manhattan, por lo que me desplazaba en tren y en metro, arriba y abajo, de norte a sur. Cada mañana me colgaba la mochila al hombro (llena hasta los topes de libros, papeles, chocolatinas a medio comer, bolígrafos birlados de hoteles, tarjetas de metro, pilas de recambio, etc.), cogía un termo de café templado, me apartaba los mechones rubios húmedos de los ojos y, medio dormida, me adentraba en la mañana fría y gris, justo al alba, para conducir hasta la estación de tren de Croton-Harmon en mi pequeño Honda plateado. Agazapada en el andén, iba metiendo CDs en mi destartalado discman, desesperada por encontrar la banda sonora ideal para un viaje que ya empezaba a parecerme épico y ridículo. Cada mañana, de lunes a viernes, entraba atropelladamente en el mismo vagón, esperando encontrar un sitio junto a la ventana. Me quitaba la mochila y me acurrucaba en un asiento pegajoso de vinilo azul, levantaba las rodillas y las apoyaba contra las paredes de madera falsa del vagón y miraba, sin verlo, el río Hudson, llano y sin color, arrastrándose contra la escarpada cara oeste de las montañas Palisades. Desde Croton hasta la calle 42, en pleno centro de Manhattan, mi tren serpenteaba por la orilla este del río, resiguiendo sus suaves curvas; detrás de la ventana de plástico rayado veía pilas de vías oxidadas, viejas vallas rodeadas de malas hierbas, latas de cerveza vacías acumulándose en aparcamientos vacíos. Leía las señales y los nombres de las estaciones como si fuesen poesía: Panel de Control de Puertas Automáticas, Palanca de Emergencia, Válvula de Frenado de Emergencia. Ossining, Scarborough, Phillips Manor, Tarrytown. Irvington, Ardsley-on-Hudson, Dobbs Ferry, Greystone, Glenwood, Yonkers. A mediados de septiembre ya había perfeccionado mi rutina: sacaba los libros, me tiraba el café encima, anotaba mentalmente que debía comprarme un termo nuevo, sacaba el billete para enseñárselo al revisor y me ponía unos viejos auriculares recubiertos de gomaespuma. Escuchar discos, observar el fluir del río (cada vez menos caudaloso a medida que llegaba al puente de Tappen Zee, más marrón al acercarse al Bronx, y desapareciendo del todo al llegar a Harlem), apartarme cada vez que otros pasajeros intentaban llegar a la puerta de salida: era la mejor parte de un día cruelmente largo.
Ese otoño, las cosas se complicaron bastante en Nueva York. Cuando mi tren llegaba a la estación Grand Central, mientras hacía cola en el Zabar’s para conseguir un bagel de sésamo, miraba de reojo a los agentes de la Guardia Nacional, con sus espaldas pegadas a las frías paredes de la terminal, sus pantalones de camuflaje remetidos en las grandes botas negras y sus colosales armas apuntando al cielo. Policías uniformados del Cuerpo de Policía de Nueva York daban vueltas alrededor de la caseta de información con perros amaestrados para la detección de explosivos. Policías de la Autoridad Portuaria con gorras azul marino observaban con detenimiento a los pasajeros. Tenía la impresión de que mi tarjeta de metro era un billete para el tren de la muerte. Subía y bajaba de trenes sin parar, después cogía el autobús a Times Square, cogía otro tren hasta la calle 96, luego hacía otro trasbordo, subía a la superficie y llegaba, treinta y ocho minutos más tarde, a la 116 con Broadway. El aire olía sucio, a una especie de fuego eléctrico, a cadáveres. Me parecía que cualquier persona con una mochila tenía intención de matarme. En Columbia me pasaba el día holgazaneando en la biblioteca, bebiendo botellas de agua fría y apoyando mi mejilla contra los muros de mármol verde. En el hall había un amenazante busto blanco de Atenea rodeado de los doce signos del zodíaco; la entrada estaba presidida por dos grandes estatuas de bronce que representaban a Zeus y a Apolo. La biblioteca me hacía sentir minúscula. No recuerdo haber comprado nunca “Pink Moon”, pero sé a ciencia cierta que lo tuve, en uno u otro formato, desde el instituto. Recuerdo quedarme despierta hasta muy tarde, bebiendo latas de Coca-Cola de la máquina de vending de los dormitorios, para escribir un intrincado ensayo sobre el uso del tema principal del álbum en un anuncio de televisión que me sirvió posteriormente para obtener mi primera beca en un entorno profesional, en la revista ‘Rolling Stone’. En otoño de 2001 escuchaba “Pink Moon” sin parar: en el tren (podía escuchar el álbum tres veces consecutivas en cuatro trenes distintos), en la cola de la panadería, sentada en un banco, cuando echaba una cabezadita en una clase vacía, mientras hacía fotocopias o garabateaba notas en los trabajos de mis compañeros, cuando rebuscaba libros de segunda mano de Joseph Mitchell en Labyrinth Books, al leer ediciones atrasadas de ‘The New Yorker’, inmóvil en la biblioteca con la cara apoyada en el solemne y académico mármol. Tenía 21 años. Estaba cansada. Empecé a dejarle a mi gato platos enormes de comida por si yo no volvía a casa. Cuando me proponían ir a tomar algo después de las sesiones de trabajo en grupo, me levantaba, me inventaba cualquier excusa y me despedía de mis compañeros con un “hasta luego”. Creía que si decía “adiós”, toda la gente a la que conocía moriría. Al final del día volvía a Grand Central y me apresuraba a coger un tren tras otro para, finalmente, bajarme en la estación de Croton, donde cruzaba el mal iluminado aparcamiento y recorría los últimos quince metros hasta mi coche corriendo. Una vez allí, me horrorizaba al ver el parabrisas lleno de folletos y catálogos mojados anunciando máscaras de gas, cápsulas de potasio yodado, trajes químicos: las nuevas necesidades básicas para la nueva Nueva York; dejaba la bolsa en el asiento del copiloto, rebuscaba mi discman para extraer el CD de “Pink Moon”, lo ponía en el equipo de música del coche y volaba hacia casa. “Pink Moon” sonaba exquisito, a su pesar. Sonaba exquisito a pesar de todo. Me pasé meses escuchando solamente “Pink Moon” porque era el único de mis discos que todavía conservaba algún sentido para mí. Me aferraba a “Pink Moon” como un náufrago a una balsa, asiéndolo demasiado fuerte, acurrucándome en su interior de la misma forma que el resto de gente que conocía se aferraba al trabajo y al alcohol o a los fármacos para intentar borrar de su mente esas imágenes de cuerpos humanos cayendo desde edificios o explotando en aviones o aplastados bajo medio millón de toneladas de acero y cemento. Quería consumir “Pink Moon” hasta que fuese completamente mío, hasta que pudiese poseerlo para siempre, hasta que me encontrase del todo a salvo... Publicado en la web de Rockdelux el 31/5/2013

jueves, octubre 10, 2013

10 motivos por los que odio a Elliott Smith

por Pablo Conde.......
01 - Porque, sin contar las aventuras con su banda Heatmiser, editó sólo cinco discos, más allá del póstumo From A Basement On The Hill, que seguramente saldrá a romper bateas (al menos dentro del mundillo musical). Sólo seis discos. Nunca van a ser suficientes. Ni el doble. Ni el triple. 02 - Porque odiaba sus canciones apenas las terminaba, al igual que los discos al editarlos: decía que eran una mierda y que no hacían más que dejarlo mal parado. Él disfrutaba más del proceso de creación, odiando también las diferencias que había entre la idea original de una canción y lo imposible de plasmarla tal cual. Un poco lo que pasa con las palabras: en tu cerebro están perfectamente alineadas, con prolijidad, chispa y gracia y al llevarlas al papel, todo se va a al carajo. Aunque sus canciones, a pesar de lo que a él le parecían, nunca se fueron al carajo. Ni son una mierda. 03 - Por su tatuaje de Ferdinando, un toro bueno que en el ruedo huele las flores arrojadas por el público en vez de pelear con el torero, quien finalmente lo lleva al campo para que viva entre las flores. Una fábula para chicos interpretada como la búsqueda de un individuo por mantenerse lejos del sistema, de lo preestablecido. Una boludez que no se arrepentía de repetir. 04 - Porque en su época de estudiante de Filosofía y Ciencias Políticas formó parte de una banda llamada A Murder of Crows, que dio letra a Mark Linkous y su Sparklehorse (con quien deberían haber trabado una inmensa amistad, a pesar de que odiaba ser comparado a toda la movida indie-country, desde Sparklehorse hasta Lambchop) 05 - Porque nunca ocultó su tremenda atracción por los Beatles: no paraba de cantar Jealous Guy en sus shows en vivo; hablaba constantemente del Álbum Blanco; odiaba a los separatistas que reinciden en la diferenciación Lennon - McCartney como si no fueran parte del mismo espíritu y no concebía un mundo sin todas y cada una de las etapas que atravesó la banda a lo largo de los años. A Day In The Life fue su primera Canción Favorita. Finalmente tiene la chance de tocarla con Lennon y Harrison. 06 – Porque alguna vez dijo “rara vez pienso en John Lennon como alguien muerto: hay demasiada vida en su música para imaginarlo muerto”, y con esto nos obliga a pensar dos veces acerca de él mismo y su música. 07 – Por todas y cada una de sus canciones, más allá de todo. Porque sus letras son de las buenas, de las que uno relee y relee, sin la música sonando de fondo como sugieren los chicos de Pulp en cada uno de sus discos. Desde Baby Britain (“El revólver se dio vuelta de nuevo, y está listo una vez más. Pet Sounds y sus melodías agridulces también fueron dados vuelta”) a Everything Means Nothing To Me, que cobra otro significado ahora, con su corito in crescendo, dicho con una falsa sonrisa, sacada de lo más profundo de un pozo depresivo.
08 - Porque siempre que se le preguntaba por sus artistas preferidos, además de los Beatles, hablaba de The Clash, Bauhaus y Velvet Underground, los discos que escuchaba de chico. O de Bob Dylan, Stevie Wonder, Alex Chilton y Leadbelly, ya de mayorcito, alejándose de los artistas actuales, salvo Beck, Quasi y Sebadoh. Y volviendo siempre a Beck, compañero de gira y amigo de backstages, artista renegado y mainstream a la vez, casi una obsesión para Elliott. 09 - Porque todas estas cosas son las que hacen que uno lo ame. 10 - Porque se suicidó, dejándonos encerrados afuera de su mundo. Y sintiéndonos terriblemente egoístas por pensar que tenía que seguir adelante por nosotros, por sus fans, sus admiradores, los que nunca le pediríamos un autógrafo. Los que nos sentaríamos a un costado, con una remera gastada y sucia, el pelo grasiento y mucha, mucha timidez, preguntándonos si tocarlo nos transmitiría algo de su genialidad.

miércoles, octubre 09, 2013

JOHN LENNON

´Momento a momento, así es que vivimos ahora. Apreciamos cada día y también le tenemos miedo. Podría ser el último día. Suena chistoso, pero cualquier día te podría atropellar un auto o algo así. Estoy empezando a apreciarlo´.... ´No importa que te ocultes tras una sonrisa y uses ropa linda, si algo no puedes ocultar es lo podrido que estás por dentro´.... ´Si los Beatles o los ´60 tuvieron un mensaje, fue: aprende a nadar, y una vez que hayas aprendido, nada´.... ´No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras´.... ´Mi rol en la sociedad, o la de cualquier artista o poeta, es intentar expresar lo que sentimos todos. No decir a la gente cómo sentirse. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros´.... ´Todo es más claro cuando estás enamorado´.... ´Éramos cuatro muchachos. Conocí a Paul, lo invité a unirse a mi banda. Después se unió George y después Ringo. Éramos un grupo que se hizo muy, muy grande, eso es todo´. ... ´La religión es sólo una manera de sacarles el diezmo a los ignorantes, sólo existe un Dios, y ése no se enriquece como los curas charlatanes´.... ´Yo no soy Los Beatles, Paul no es Los Beatles. Los Beatles son Los Beatles. Por separado, están separados´.... ´Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día´.

jueves, octubre 03, 2013

Décimas seleccionadas

Violeta Parra
Pa’ cantar de un improviso se requiere buen talento, memoria y entendimiento, fuerza de gallo castizo. Cual vendaval de granizos han de florear los vocablos, se ha de asombrar hast’el diablo con muchas bellas razones, como en las conversaciones entre San Peiro y San Paulo. También, señores oyentes, se necesita estrumento, muchísimos elementos y compañero ‘locuente; ha de ser güen contendiente, conoce’or de l’historia; quisiera tener memoria pa’entablar un desafío, pero no me da el sentí’o pa’ finalizar con gloria. Al hablar del estrumento diríjome al guitarrón, con su alambre y su bordón su sonoro es un portento. Cinc’ ordenanzas le cuento tres de a cinco, dos de a tres, del clavijero a sus pies l’entrasta’ura ‘legante, cuatro diablitos cantantes debe su caja tener. Y pa’ cantar a porfía habrá que ser toca’ora, arrogante la cantora para seguir melodía, galantizar alegría mientras dure’l contrapunto, formar un bello conjunto responder con gran destreza. Yo veo que mi cabeza no es capaz par’ este asunto. Por fin, señores amables, que me prestáis atención, me habéis hallado razón de hacerle quite a este sable; mas no quiero que s’entable contra mí algún comentario, pa’ cominillo en los diarios sobran muchos condimentos. No ha de faltarm’ el momento que aprenda la del canario.

lunes, septiembre 23, 2013

CUANDO DE CHILE

Pablo Neruda
Oh Chile, largo petalo de mar y vino y nieve, ay cuando ay cuando y cuando ay cuando me encontrare contigo, enrollaras tu cinta de espuma blanca y negra en mi cintura, desencadenare mi poesia sobre tu territorio. Hay hombres mitad pez, mitad viento, hay otros hombres hechos de agua. Yo estoy hecho de tierra. Voy por el mundo cada vez mas alegre: cada ciudad me da una nueva vida. El mundo esta naciendo. Pero si llueve en Lota sobre mi cae la lluvia, si en Lonquimay la nieve resbala de las hojas llega la nieve donde estoy. Crece en mi el trigo oscuro de Cautin. Yo tengo una araucaria en Villarrica, tengo arena en el Norte Grande, tengo una rosa rubia en la provincia, y el viento que derriba la ultima ola de Valparaiso me golpea en el pecho con un ruido quebrado como si alli tuviera mi corazon una ventana rota. El mes de octubre ha llegado hace tan poco tiempo del pasado octubre que cuando este llego fue como si me estuviera mirando el tiempo inmovil. Aqui es otono. Cruzo la estepa siberiana. Dia tras dia todo es amarillo, el arbol y la usina, la tierra y lo que en ella el hombre nuevo crea: hay oro y llama roja, manana inmensidad, nieve, pureza. En mi pais la primavera viene de norte a sur con su fragancia. Es como una muchacha que por las piedras negras de Coquimbo, por la orilla solemne de la espuma vuela con pies desnudos hasta los archipielagos heridos. No solo territorio, primavera, llenandome, me ofreces. No soy un hombre solo. Naci en el sur. De la frontera traje las soledades y el galope del ultimo caudillo. Pero el Partido me bajo del caballo y me hice hombre, y anduve los arenales y las cordilleras amando y descubriendo. Pueblo mio, verdad que en primavera suena mi nombre en tus oidos y tu me reconoces como si fuera un rio que pasa por tu puerta? Soy un rio. Si escuchas pausadamente bajo los salares de Antofagasta, o bien al sur, de Osorno o hacia la cordillera, en Melipilla, o en Temuco, en la noche de astros mojados y laurel sonoro, pones sobre la tierra tus oidos, escucharas que corro sumergido, cantando. Octubre, oh primavera, devuelveme a mi pueblo. Que hare sin ver mil hombres, mil muchachas, que hare sin conducir sobre mis hombros una parte de la esperanza? Que hare sin caminar con la bandera que de mano en mano en la fila de nuestra larga lucha llego a las manos mias? Ay Patria, Patria, ay Patria, cuando ay cuando y cuando cuando me encontrare contigo? Lejos de ti mitad de tierra tuya y hombre tuyo he continuado siendo, y otra vez hoy la primavera pasa. Pero yo con tus flores me he llenado, con tu victoria voy sobre la frente y en ti siguen viviendo mis raices. Ay cuando encontrare tu primavera dura, y entre todos tus hijos andare por tus campos y tus calles con mis zapatos viejos. Ay cuando ire con Elias Lafferte por toda la pampa dorada. Ay cuando a ti te apretare la boca, chilena que me esperas, con mis labios errantes? Ay cuando podre entrar en la sala del Partido a sentarme con Pedro Fogonero, con el que no conozco y sin embargo es mas hermano mio que mi hermano. Ay cuando me sacara del sueno un trueno verde de tu manto marino. Ay cuando, Patria, en las elecciones ire de casa en casa recogiendo la libertad temerosa para que grite en medio de la calle. Ay cuando, Patria, te casaras conmigo con ojos verdemar y vestido de nieve y tendremos millones de hijos nuevos que entregaran la tierra a los hambrientos. Ay Patria, sin harapos, ay primavera mia, ay cuando ay cuando y cuando despertare en tus brazos empapado de mar y de rocio. Ay cuando yo este cerca de ti, te tomare de la cintura, nadie podra tocarte, yo podre defenderte cantando, cuando vaya contigo, cuando vayas conmigo, cuando ay cuando.

lunes, septiembre 16, 2013

EL ULTIMO POEMA DE VICTOR JARA

_________________ Somos cinco mil en esta pequeña parte de la ciudad. Somos cinco mil ¿ Cuántos seremos en total en las ciudades y en todo el país ? Solo aqui diez mil manos siembran y hacen andar las fabricas. ¡ Cuánta humanidad con hambre, frio, pánico, dolor, presión moral, terror y locura ! Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas. Un muerto, un golpeado como jamas creí se podria golpear a un ser humano. Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores uno saltó al vacio, otro golpeandose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija de la muerte. ¡ Qué espanto causa el rostro del fascismo ! Llevan a cabo sus planes con precisión artera Sin importarles nada. La sangre para ellos son medallas. La matanza es acto de heroismo ¿ Es este el mundo que creaste, dios mio ? ¿Para esto tus siete dias de asombro y trabajo ? en estas cuatro murallas solo existe un numero que no progresa, que lentamente querrá más muerte. Pero de pronto me golpea la conciencia y veo esta marea sin latido, pero con el pulso de las máquinas y los militares mostrando su rostro de matrona llena de dulzura. ¿ Y Mexico, Cuba y el mundo ? ¡ Que griten esta ignominia ! Somos diez mil manos menos que no producen. ¿Cuántos somos en toda la Patria? La sangre del companero Presidente golpea más fuerte que bombas y metrallas Asi golpeará nuestro puño nuevamente ¡Canto que mal me sales Cuando tengo que cantar espanto! Espanto como el que vivo como el que muero, espanto. De verme entre tanto y tantos momentos del infinito en que el silencio y el grito son las metas de este canto. Lo que veo nunca vi, lo que he sentido y que siento hara brotar el momento...

sábado, septiembre 14, 2013

CONTRA LA MUERTE

Gonzalo Rojas.
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa. No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día. Prefiero ser de piedra, estar oscuro, a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio. No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad en mitad de la calle y hacia todos los vientos: la verdad de estar vivo, únicamente vivo, con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo. ¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos con volar más allá del infinito si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir fuera del tiempo oscuro? Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada. Pero respiro, y como, y hasta duermo pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento, allá abajo. No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía caliente la sangre en los cajones. Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil, porque yo mismo soy una cabeza inútil lista para cortar, por no entender qué es eso de esperar otro mundo de este mundo. Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre que me devora, el hambre de vivir como el sol en la gracia del aire, eternamente.

jueves, septiembre 12, 2013

LA MUERTA

Pablo Neruda
Si de pronto no existes, si de pronto no vives, yo seguiré viviendo. No me atrevo, no me atrevo a escribirlo, si te mueres. Yo seguiré viviendo. Porque donde no tiene voz un hombre allí, mi voz. Donde los negros sean apaleados, yo no puedo estar muerto. Cuando entren en la cárcel mis hermanos entraré yo con ellos. Cuando la victoria, no mi victoria, sino la gran victoria llegue, aunque esté mudo debo hablar: yo la veré llegar aunque esté ciego. No, perdóname. Si tú no vives, si tú, querida, amor mío, si tú te has muerto, todas las hojas caerán en mi pecho, lloverá sobre mi alma noche y día, la nieve quemará mi corazón, andaré con frío y fuego y muerte y nieve, mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes, pero seguiré vivo, porque tú me quisiste sobre todas las cosas indomable, y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre sino todos los hombres.

miércoles, septiembre 11, 2013

SALVADOR ALLENDE.........VOODOO CHILE

La revista Rockdelux publica hoy, este interesante artículo en conmemoración de los 40 años del golpe militar... El artículo pertenece a Santi Carrillo, quien lo escribió el 2003, a proposito de los 30 años del golpe y hoy es rescatado para la memoria y la historia. Por Santi Carrillo.______________________________________________________ El 11 de septiembre de 1973, hace cuarenta años, Salvador Allende puso fin a su vida en el Palacio de La Moneda de Santiago de Chile. Siempre quedará para la historia la grandeza trágica del presidente suicida, a quien nadie pudo asesinar y quien renunció a huir de su país cuando, en las primeras horas del alzamiento de Augusto Pinochet, tuvo la oportunidad de hacerlo. Aquellos dramáticos hechos acabaron con el primer gobierno marxista (en el mundo, en la historia) elegido democráticamente. Recuperamos este artículo de Santi Carrillo escrito en 2003, cuando se cumplían treinta años del infausto golpe de estado que acabó con el sueño de izquierdas de Salvador Allende. Hablemos de Docúpolis 3, el tercer Festival Internacional Documental de Barcelona, celebrado entre el 23 y el 26 de octubre en el CCCB. Dentro de la sección “Rescate”, dedicada a recordar los treinta años del golpe militar en Chile (“un país lleno de contradicciones”, se asegura en algún momento de esta panorámica), Me, Myself & I vemos dos cintas diametralmente opuestas: “I Love Pinochet”, de Marcela Said, y “11 de septiembre, 1973. El último combate de Salvador Allende”, de Patricio Henríquez. Ambos documentos siguen la senda abierta por el mítico y premiado tríptico “La batalla de Chile” (1975, 1977, 1979), así como por su continuación natural, filmada dos décadas después del golpe con algunos de los mismos protagonistas, “Chile, la memoria obstinada” (1997), dos trabajos complementarios e hirientes, razonablemente objetivos, ideados por Patricio Guzmán. En “I Love Pinochet”, inquietante, se cumple a rajatabla la teoría apuntada recientemente por Claude Chabrol en “La flor del mal”, pero llevada al extremo de la indecencia. La altiva falta de sensibilidad con el prójimo que suele mostrar la burguesía, y que tan bien expresa el cineasta francés en su película, aquí se desborda con palabras altivas que anegan de indignidad el doloroso recuerdo de la catástrofe chilena... Aun así, víctimas pasivas de la exagerada subjetividad de los testimonios, nos reímos, aunque sea de pena, aunque se nos acabe helando la sonrisa, al oír los desacomplejados comentarios de los partidarios en activo del sanguinario general Augusto Pinochet, algunos con la vulgaridad y el lenguaje soez que normalmente caracteriza a los de su condición. Un repelente abogado con doce hijos, un profesor afrancesado, una universitaria ignorante, un niñito tonto y llorón, una niña abducida por la voluntad de su familia, unas pijas educadas en el lujo y la distorsión... todos aplaudiendo a rabiar, con arrogancia y prepotencia, el legado militarista que salvó a Chile del comunismo y recuperó para ellos el orgullo de sentirse chileno, afirman. En una bonita muestra de cinismo sangriento, aseguran no querer que se vuelva a repetir aquello, pero no parecen en absoluto apenados por las atroces violaciones de los derechos humanos cometidas, por los muertos y desaparecidos que se perdieron por el camino. (¿Qué pensaría al respecto el silencioso hombre chileno que teníamos a nuestra derecha, rodeado de sus hijos y su mujer, concentrados en la película?).
Impresionados por los personajes que, alabando la muerte, dan vida a esta cinta, recuperamos el pulso y la dignidad con la siguiente: “El último combate de Salvador Allende”, glosa heroica de la resistencia numantina de Allende y su treintena de colaboradores civiles en el palacio presidencial de La Moneda aquel tristísimo 11 de septiembre de 1973 que acabó con el primer gobierno marxista (en el mundo, en la historia) elegido democráticamente. Era el día en que estaba previsto, dada la insostenible situación de caos social que se vivía en Chile, el anuncio por parte de Salvador Allende de un plebiscito para que el pueblo aprobase o rechazase al gobierno de Unidad Popular, unión de partidos de izquierda. El momento estelar de este último combate llega con ¡¡¡un Allende preocupado por la suerte de un Pinochet a quien seguía suponiendo leal!!!: “El pobre Pinochet debe de estar preso”, musitó... En las primeras horas del asedio, el presidente creía que el golpe de estado era ajeno a la voluntad de su colaborador, a quien había designado dieciocho días antes comandante en jefe de las fuerzas armadas tras la renuncia voluntaria de sus más fieles generales, Carlos Prats a la cabeza, al no sentise con autoridad suficiente frente a los militares (pronto) sediciosos y ante la situación de ruptura inminente que se vislumbraba en el ejército. Pinochet se declaró constitucionalista y juró ser defensor y garante de la voluntad del pueblo representada en el gobierno de Unidad Popular encabezado por Allende; ni Judas Iscariote lo hubiese hecho mejor. Tal y como se explica en el documental, cuando finalmente le llega el mazazo, la noticia del bando encabezado por la firma de Pinochet (“la liberación de la patria del yugo marxista”), Allende enmudece, enfoca la mirada hacia el infinito, juega a percutir los dedos de la mano derecha contra la mesa y suspira un descorazonador “tres traidores, tres traidores”. Fue la rúbrica final a un proceso anunciado, a un golpe “inevitable”. La derecha, demostrando una elaborada actitud golpista, nunca aceptó la derrota electoral de 1970 e inició una fase de agitación callejera en alianza con los movimientos fascistas, subvencionados generosamente por la CIA, para convulsionar y perturbar a la sociedad chilena durante casi tres años de guerra económica, persiguiendo desestabilizar al gobierno a través del boicot a la producción por parte de los empresarios e incentivando huelgas que dividiesen a los trabajadores. También desde el parlamento, en manos de la derecha, se rechazaron todos los proyectos de ley propuestos por la izquierda.
Pero la conmoción de este último combate documentado es esta: tras exigir Allende a sus dos hijas que abandonaran La Moneda (las acompañó hasta la puerta: silencio, abrazos; no más; nunca más), llegó la emocionante renuncia de todos sus amigos a dejar el palacio, sugerencia hecha imposición por el presidente ante la imposibilidad de un imposible: resistir contra la rabia asesina de todo un ejército en un infierno de llamas, humo irrespirable, gases lacrimógenos, tuberías rotas, agua hasta las rodillas... Antes de la inevitable y obligada rendición final, nadie se fue: todos optaron por quedarse con él, quizá para siempre (probablemente muertos, podían suponer en ese instante, ante la intimidante presencia de los aviones de guerra bombardeando la sede del gobierno; posteriormente, la mayoría acabaron asesinados o “desaparecidos”), en una decisión tan temeraria como heroica. Básicamente, eran miembros de la policía civil y escoltas del dispositivo de seguridad, un ministro y un exministro de estado, dos médicos, un consejero político, una secretaria, dos periodistas, chóferes... simplemente. Y aguantaron firmes, el palacio desmoronándose, durante más de siete horas desde el anuncio de las primeras noticias: una proeza, y una vergüenza para el ejército chileno, como apunta con sorna uno de los supervivientes. Algunos lo cuentan ahora en estas imágenes, tantos años después, y juran que esa determinación sin asomo de duda les valió para poder mirar a los ojos a sus mujeres e hijos sin sentir nunca vergüenza: “Me tengo respeto por haberme quedado”. A diferencia de las palabras de Pinochet refiriéndose al acuerdo que le podían ofrecer a Allende una vez se hubiese rendido incondicionalmente (“y el avión se cae cuando vaya volando”; conversación interceptada por un radioaficionado), siempre quedará para la historia la grandeza trágica del presidente suicida, a quien nadie pudo asesinar y quien renunció a huir del país cuando, en las primeras horas del alzamiento, tuvo la oportunidad de hacerlo (el edecán del presidente, hombre de confianza, le facilitaba la salida). También resuenan en el infinito de la posteridad sus últimas palabras (“no llenas de amargura sino de decepción... Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida”) emitidas por radio en su gran discurso final: “Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria”. Ahí se ponía punto y final al sueño de un gobierno socialista de y para los trabajadores, quienes mayoritariamente demostraron una fidelidad a prueba de bombas a su presidente, a pesar de todas las presiones y carencias. Así también se ponía en marcha esta memoria obstinada que no olvida, la que se expresa en estas películas, en estos testimonios... “Mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, dijo Allende sabiendo, probablemente, que era lo último que se recordaría de él. De la hiena cobarde de Augusto Pinochet, por el contrario, todos supimos, muchos años después, que, aconsejado por sus abogados, acabó acogiéndose a la demencia como eximente penal para no ser juzgado; ¡¡¡menudo héroe!!! Publicado en Rockdelux 213 (Diciembre 2003)

Último Discurso de Salvador Allende

9:10 A.M.________________________________________________________________________ Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará. Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

martes, septiembre 10, 2013

Despedida

Jorge Teillier
Me despido de mi mano que pudo mostrar el paso del rayo o la quietud de las piedras bajo las nieves de antaño. Para que vuelvan a ser bosques y arenas me despido del papel blanco y de la tinta azul de donde surgían ríos perezosos, cerdos en las calles, molinos vacíos. Me despido de los amigos en quienes más he confiado: los conejos y las polillas, las nubes harapientas del verano, mi sombra que solía hablarme en voz baja. Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta: los fracasados, las cajas de música, los murciélagos que al atardecer se deshojan de los bosques de casas de madera. Me despido de los amigos silenciosos a los que sólo les importa saber dónde se puede beber algo de vino y para los cuales todos los días no son sino un pretexto para entonar canciones pasadas de moda. Me despido de una muchacha que sin preguntarme si la amaba o no la amaba camino conmigo y se acostó conmigo cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan de humaredas de hojas quemándose en las acequias. Me despido de una muchacha cuya cara suelo ver en sueños iluminada por la triste mirada de linternas de trenes que parten bajo la lluvia. Me despido de la memoria y me despido de la nostalgia -la sal y el agua de mis días sin objeto- y me despido de estos poemas: palabras, palabras -un poco de aire movido por los labios- palabras para ocultar quizás lo único verdadero: que respiramos y dejamos de respirar.

lunes, septiembre 09, 2013

PARA LLORAR

Vicente Huidobro
Es para llorar que buscamos nuestros ojos Para sostener nuestras lágrimas allá arriba En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas Es para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día Y sobre nuestra memoria de carne Es para llorar que apreciamos nuestros huesos y a la muerte sentada junto a la novia Escondemos nuestra voz de todas las noches Porque acarreamos la desgracia Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras Respiramos más suavemente que el cielo en el molino Tenemos miedo Nuestro cuerpo cruje en el silencio Como el esqueleto en el aniversario de su muerte Es para llorar que buscamos palabras en el corazón En el fondo del viento que hincha nuestro pecho En el milagro del viento lleno de nuestras palabras La muerte está atornillada a la vida Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria Y cuando el vacío está vacío bajo el aspecto irreparable El viento abre los ojos de los ciegos Es para llorar para llorar Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras Paloma de nube y de noche De nube en nube y de noche en noche Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido Ese hueco en que quedaron las miradas de los ciegos estatuarios Es para poder llorar es para poder llorar Porque las lagrimas deben llover sobre las mejillas de la tarde Es para llorar que la vida es tan corta Es para llorar que la vida es tan larga El alma salta de nuestro cuerpo Bebemos en la fuente que hace ver los ojos ausentes La noche llega con sus corderos y sus selvas intraducibles La noche llega a paso de montaña Sobre el piano donde el árbol brota Con sus mercancías y sus signos amargos Con sus misterios que quisiera enterrar en el cielo La ciudad cae en el saco de la noche Desvestida de gloria y de prodigios El mar abre y cierra su puerta Es para llorar para llorar Porque nuestras lágrimas no deben separarse del buen camino Es para llorar que buscamos la cuna de la luz Y la cabellera ardiente de la dicha Es la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma Es para llorar que abandonamos los campos de las simientes En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua del mañana Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia Y que no apagamos el fuego del cerebro Es para llorar que la muerte es tan rápida Es para llorar que la muerte es tan lenta