sábado, diciembre 28, 2013

LOU REED

El 27 de octubre falleció Lewis Allan Reed (1942-2013). No pudo superar el trasplante de hígado al que había sido sometido unos meses antes. Con su muerte se ha ido una de las figuras más emblemáticas de la historia del rock, un músico más influyente que conocido, autor de una obra poliédrica y descomunal que ha marcado para siempre el devenir de la cultura pop.
De artistas como Lou Reed (1942-2013) están hechos los sueños del rock’n’roll. De una mitología donde rebeldía, excitación y peligro se dan la mano para atravesar el umbral de una realidad contraria a la estipulada en el libro de instrucciones que marca el sentido común. Más mentira que verdad, más tragedia que aventura y con más mártires que héroes, el espíritu del rock se ha sustentado muchas veces en episodios proclives a vivir ese valiente lado salvaje con una inconsciencia prodigiosa. Eterno maná de afectados por el síndrome de Peter Pan, el rock también ha sido, paradójicamente, una escuela alternativa de crecimiento, la gran iniciación a un planeta imaginario, extraño y fantasioso, siempre reacio al aburrido pragmatismo del mundo real.
Esa chispa de búsqueda y autoafirmación que procura el arte desde el principio de los tiempos tuvo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el instante máximo de esplendor del mundo adolescente con la irrupción del rock’n’roll y sus mitos terrenales gloriosos. El cronista urbano Lou Reed definió con maestría esa sensación de escapismo autodidacta, primero con The Velvet Underground desde mediados de los sesenta y después con el arranque de su carrera en solitario en una década, la de los setenta, rebosante de momentos dignos de aclamación. Son esos años los que definen al Lou Reed canónico, el que procuró que tópicos de alta graduación y baja estofa como “sexo, drogas y rock’n’roll” no lo fuesen en absoluto y se convirtiesen en la nueva religión a seguir por las diversas generaciones crecidas al amparo de esa extraña música que sigue sintonizando con las pulsiones más íntimas del ser humano. Lou Reed acabó haciéndose adulto, como el propio rock, y nos entregó discos magníficos en los ochenta (“The Blue Mask”, “New York”), en los noventa (“Songs For Drella”, “Magic And Loss”) y en el nuevo siglo (“The Raven”), pero su período fascinante, el que configura el triángulo equilátero formado por la cochambre glam de “Transformer” (el de los hits), el doloroso y deprimente “Berlin” (el de la cara B más triste de la historia) y el incendiario “Rock N Roll Animal” (el del directo con la mejor electricidad rocanrol), es el que delimitó –entre noviembre de 1972 y febrero de 1974, ¡en solo quince meses!– ese territorio eterno que, como le ocurrió a la Jenny de su canción “Rock & Roll”, salvó su vida y, por supuesto, la de muchos otros. Aunque, efectos colaterales mediante, también condenó gravemente a numerosas víctimas, que se apuntaron al carro de los excesos sin mesura gracias a la conocida leyenda negra del rock que él personificó tan temerariamente al mezclar heroísmo y heroína.
Libertad y libertinaje, sí, por supuesto, pero en la obra de Lou Reed primó, además, sobre todo, la emoción y el ingenio balanceándose entre la pura simpleza y la elevada profundidad... Finalmente, la esencia del mejor rock posible, el clásico y el rupturista, en una música que afectó directamente los sentidos de varias generaciones e instauró, con su magnífica percepción y el groove negro de su irregular pero magnética voz, la aniquilación de todas las inocencias. En efecto: el mundo, el real, se parecía mucho a sus canciones. --------------Publicado en Rockdelux.....(Diciembre 2013)

jueves, diciembre 26, 2013

4 TRES CIENTOS SESENTA Y CINCOS Y UN 366 DE ONCES

Rodrigo Lira
dada la continuidad de la ausencia de tibieza considerando la permanencia de las carencias y ... las ansiedades que se perpetran cotidianamente ... y el frío sobre todo en especial o solo ... o el frío completo en salchicha con mayonesa viscosa ... seminal y estéril ... la sábana sucia que cubre monstruosos ayuntamientos ... la escasez de radiación solar .......... (lo poco que alcanza a llegar a través del monóxido de carbono, el humo de chimeneas pastizales que se queman en febrero cigarrillos chimeneas tubos de escape tubos chimeneas humo) .......... de la que tiene que atravesar además esa sucia sábana que cubre apenas -como mera sábana polucionada- esas teratológicas cópulas esos coitos de ahítos ................................. esas violaciones y estupros .................................................... y las ondas de radio en amplitud o frecuencia modulada las largas y las cortas ondas .............................. de radio de televisión o télex las ondas que emiten las antenas emisoras ....................................y las receptoras, que también reciben esas ondas que la luz solar debe atravesar .........................................lo inconcebiblemente banal y eficazmente hipnógeno de lo que se radiodifunde y televe ..................................lo opaco de los cristales ......................................"color humo por dentro ....................................espejo color bronce hacia el exterior" .................................. los cristales que dispersan los que refractan los que cromatizan la luz ..... lo exiguo de la tasa de luz que alcanza a corresponder per cápita, por cabeza ...........................................lo gachas que se encuentran estas últimas ...........................................(lo desigual de la tasa de luz de cabeza a cabeza) ............................................lo sucio de la sábana que lo cubre todo ...............................................................................o casi todo ..........................................................................o hartas cosas ........................................ (la sucia sábana no se cubre a sí misma) considerando también los olores a añejo, a podrido a quemado o infectado ..........................................parece que como que hubiera que hacer alguna cosa. ........................................Aunque cabe la posibilidad de que sea mejor ...........................................................no hacer nada ...........................................................nada hacia la izquierda ............................................................ nada ......................................................hacia ....................................................la ......................................... derecha ...............................................nada hacia adelante tampoco, más aún, especialmente, nada hacia adelante -está la inercia .............................................................nada hacia atrás, no se puede, trate usted de nadar hacia atrás, no se puede, la historia .......................................................................no retrocede -está la historia -están las bayonetas de la historia bajo las banderas de la historia -está la sangre en las bayonetas de la historia bajo las banderas de la .......................................................................................historia .......................................coagulada ya, reseca, más bien, como yesca yesca de sangre sobre las bayonetas de la historia bajo las banderas de ............... la historia -de lo que está atrás .......................(no fumar, peligro grave de incendios, demasiada yesca -sangre seca- atrás) Nada tampoco ni hacia arriba ni hacia abajo ni hacia adentro ni hacia .................................................................................... afuera .............................nada hacer, no hacer nada -cruzarse de brazos -sentarse en posición de loto -tirarse boca arriba y -mirar el cielo ............................(nada hacia arriba; no pensar en escalar el cielo) -tirarse boca abajo, la mejilla pegada al suelo ...........................................o hundida en el barro (no pensar en hundirse; no evitar hundirse) ...............................al menos cabe la posibilidad de que eso fuera lo que parece que como que hubiera que hacer, la cosa aquella ........................................................................... alguna cabe la posibilidad de que eso fuese: alejarse de la acción .......... con las manos en los bolsillos o con las manos tomadas a la espalda o con las manos enlazadas en la nuca ...................... o levantadas ..... mirando el suelo ................................................a patadas con las piedras ................................................aplastando descuidadamente eventuales caracoles cuncunas, lombrices o cucarachas distraídos-as ............................. -jamás tomarán venganza- alejarse de la acción: irse despacio a ninguna parte ................................pues no hay donde irse ................................pero hay que irse -tal vez, digo yo, como que habría que irse....... -a ninguna parte -tal vez haya donde esconderse, no sé ................................................ en todo caso sería preciso no salir a la calle: ........................los sujetos que en París rayaron las murallas de mayo graficaron las palabras francesas que traducidas al idioma español dicen: .................... la/acción/está/en/la/calle ..........................................................y si hay que alejarse de la acción sería inconsecuente tomar una micro .......................tomar el metro, una liebre, un bus urbano o interurbano, tomar bebidas alcohólicas o de cola o cafecitos habría que morirse de hambre, pienso secarse en una esquina poco frecuentada o en un sótano oscuro, digo yo porque las torres Santa María podrán ser los edificios más altos de Chile pero haga usted la prueba de subir -tendrá que ir bien vestido- tomar uno de esos ascensores que adivinan el pensamiento o poco menos y que son tan veloces como altas son esas torres y llegue lo más arriba que pueda, hasta la terraza, si es posible actúe hacia arriba para después tirarse y no hacer nada abastecido de libertad por lo libre de la caída que te hace abrir los brazos y planear, acercándote a tu reflejo que se acerca hacia arriba desde los espejos de agua con tu imagen multiplicada por los vidrios que por fuera son espejos que reflejan tu imagen cayendo de modo que tú no alcanzas a ver adentro pero que no les impide verte dentro pasar volando en caída libre -y creerían que pasó un ángel y habrá un momento de silencio...- No podrás: alguien sujetará a usted del brazo justo a tiempo ............. alguien o algo, algún robot por ejemplo ..............y alguien -o algo- llamará a una ambulancia a través de un citófono a un teléfono que llamará a una central que .......... pasará el mensaje a otro teléfono etcétera todo a velocidad escasamente menor que la de la luz o la de tu cuerpo en la frustrada caída .................probablemente el radio del radiopatrulla no será necesario habrá una sirena o tal vez no, habrá en todo caso un silencio eléctrico de terapia de choque ...... tac/ ....................................... un vacío ................................................y un hueco para ti en una terapia ............................de grupo ..................... de un grupo cualquiera y sean cuales fueren los cuentos que te cuenten, desgraciado la cuenta que te pasen ...........................saldrás del hospital clínica o centro médico tarareando gracias a la vida motivado por los avisos y consejos de la publicidad que nos ayuda a vivir mejor ...............desde la radio o el televisor que tanto habrán contribuido a tu curación .................................rumbo al local más cercano ................................ en que se pueda jugarle una cartilla a la Polla Gol ....................a cambio de un templo donde sacrificar un gallo a Esculapio ........que ya no se usan esas cosas, pues hombre .................................para después entretenerse un rato mascando chicle de un sabor predilecto ......................................en la máquina de pinbol o pinpong electrónico ..... O sea que en resumen habría que morirse sin alharaca ..... sin pánico cundiendo ni cúnico pandiendo ni púnico candi endo suave, callado el loro .........................-- morirse o quedarse en la vereda como un pedazo más grande que el promedio ...................................de basura saboreando algo así como un candi masticable o un goyak y hasta incluso un caramelo bueno, de Serrano, o fino, de Ambrosoli, ................pero muriéndose, ....................................... muriéndose sin alharaca, ......................................................muriéndose.

miércoles, diciembre 11, 2013

¿ TODOS JUNTOS ?

¿ Para qué vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ? si este mundo es uno y para todos, todos juntos vamos a vivir... El idealismo de la época en la letra de Eduardo Parra, tecladista de Los Jaivas, en Todos Juntos de 1972.
Un mensaje lleno de esperanzas que hoy se vuelve ingenuo ante la maquinaria que nos gobierna. El mundo hoy quiere dirigir nuestra visión y no mezclarnos Pensaba en los " music awards latino ", los grammys latinos, mtv awards europeos, etc. El mundo planea, separa y excluye. No existe un canal de música para todos, por el contrario hay un MTV o VH1 latinos separados por area ( Argentina, Mexico, Chile ) otros europeos, para Asia...Brasil tiene su propio MTV.
Los gringos a cualquier música que les suene distinta a su cultura le llaman " World music "...Y si la cosa se mezcla y se pone dificil le llaman " fusión ". La música es catalogada en categorías arbitrarias y sin sentido. Los músicos tranversales merecen bajo esta visión, una estatua. Que dificil es ser Pedro Aznar cantando una vidala en ingles en el Pat Metheny Group...
Youtube y las redes sociales nos muestra la realidad mundial con sus culturas diversas...la tv por cable en menor medida. Pero la maquinaria comunicacional en la tv o la radio con sus consorcios e ideas añejas nos funden en historias tan dispares como Hugo Moraga para USA o Jack johnson para Chile. ¿Como contrastar a Manuel Garcia con Aloe Blacc o Electrodomesticos con Bon Iver ? Posiblemente los que gustan de Silvio Rodriguez, Vicentico o Serrat no cambiaran de gustos por tener una mayor información, pero si pueden llegar a conocer a Tinderstick, Gotye o Nick Drake. "Que he sacado con quererte "de Violeta Parra, me sigue pareciendo tan rockera y pesada como " Sad Bad True" de Metallica.
O bien, sigo pensando que la estatura de Silvio Rodriguez es comparable a la de John Lennon...dos monstruos de la música de todos los tiempos y lo mejor del siglo pasado. En fin, un buen ejercicio sería escuchar desprejuiciadamente todos los idiomas de la música, sin restricción... Quizas se vendan posters de Violeta Parra en New York O poleras en europa " I Love Los Tres " ¿ por qué no ? O una muralla pintada con la cara de Anita Tijoux en alguna calle de Paris. ¿ Para que vivir tan separados, si la tierra nos quiere juntar ?

domingo, diciembre 08, 2013

EL PADRE DE LA CREACIÓN

Todo lo que necesitas es amor. La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Es tan ciego porque sólo ve lo que quiere ver. Si los Beatles o los 60 tuvieron un mensaje, fue: aprende a nadar, y una vez que hayas aprendido, nada. Todos los artistas tienen egos grandes. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable. El amor es la flor que tienes que dejar crecer. No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras. Si tomáramos el poder , tendríamos la tarea de limpiarla de burguesía y de mantener a la gente en un estado mental revolucionario. Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día. Todo es más claro cuando estas enamorado. No necesitas una espada para cortar dos flores. Como ya es usual, siempre hay una gran mujer detrás de cada idiota. Defiendo la revolución en nuestras cabezas. Dirás que soy un soñador, pero no soy el único. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz. El dolor es algo por lo que pasamos todo el tiempo. Nacemos con dolor y el dolor es algo con lo que vivimos casi todo el tiempo. Las canciones que me gustan son las que se tienen solas por sus letras, sin necesidad de la melodía. No necesitan melodía, son poesías. Si pudiera ser un maldito pescador lo sería. Si tuviera la capacidad de ser cualquier cosa menos lo que soy, lo sería. No es divertido ser un artista. Es una tortura. Ser genio es dolor. La creación es un resultado del dolor. Hay que ponerlo en algún lugar, y yo escribo canciones, ¿sabes? No iba a sacrificar el amor verdadero por ningún amigo o negocio, porque al final te quedas solo de noche y ninguno de los dos quería estarlo. No se puede llenar una cama con groupies, no funciona. No quiero ser un swinger. Nada funciona mejor que tener a alguien que te ama abrazándote. Una parte de mi cree que soy un perdedor y la otra parte cree que soy todopoderoso. No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres. La religión es sólo una manera de sacarles el diezmo a los ignorantes, sólo existe un Dios, y ése no se enriquece como los curas charlatanes. Si todo el mundo demandase paz en lugar de otro programa de televisión, entonces habría paz. Siempre fui un rebelde… Pero por otro lado, quería ser amado y aceptado, y no sólo un músico, poeta, lunática y bocazas. Pero no puedo ser lo que no soy. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Nadie me dijo que habría días como estos, días extraños sin duda. Éramos cuatro muchachos. Conocí a Paul, lo invité a unirse a mi banda. Después se unió George y después Ringo. Éramos un grupo que se hizo muy, muy grande, eso es todo. Nuestro mejor trabajo nunca fue grabado. Estábamos hechos para el escenario, y lo que lográbamos en los bares de Liverpool y Hamburgo era fantástico. Tocábamos rock directo y nadie podía superarnos en Inglaterra. He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que estar en los brazos de alguien que amas.

viernes, diciembre 06, 2013

"Armando Rubio Huidobro (1955-1980)", de Jorge Teillier

__por Jorge Teillier____ a Raquel y Alberto__________________________________________________________ Encendido por una llama de aire puro Ariel de las calles santiaguinas De la Gran Avenida a Vitacura a la Estación Mapocho Fugaz torbellino Pájaro huyendo de la jaula de los años O tranquilo ángel En manos de los barberos de las Fuentes de Soda O de los bares a punto de cerrar Donde garzones de chaquetas manchadas Nos sirven los aperitivos de Nuestra Señora de la Muerte. Nadie podía saber Tras oír tu alegre silbido Que más que nadie escuchabas a Ottis Reading Llamándote desde el otro mundo Con su oscuro cantar Todo no es sino un accidente Como lo fue para Ottis. All the jazz Todo debe continuar Toda bulla debe continuar Toda confusión debe continuar Ciudadano de Orihuela y de Isla de Maipo. Deben continuar tu aguda sonrisa y tus versos a la Maratón y tu perro Fulgencio Como tu vida Esa danza que barría toda arena de las playas de la rutina Y tu mejor herencia Es escuchar decir a muchos Que al lado de tu muerte no merecen estar vivos y tampoco nosotros.

jueves, diciembre 05, 2013

NICK DRAKE...EL ESPIRITU DE PINK MOON

Por Amanda Petrusich Ofrecemos un extracto de “Pink Moon” (2007; en España, 2013), título publicado por Libros Crudos que forma parte de la colección 33 1/3, especializada en analizar discos míticos de la historia del rock. En este caso, Amanda Petrusich, la autora, se encarga del “Pink Moon” (1972) de Nick Drake (1948-1974), uno de los trabajos más cautivadores y austeros del folk británico. Como muchas de las grandes obras en el arte, “Pink Moon” fracasó comercialmente para luego, con el paso de los años, convertirse en leyenda. Lo que puedes leer a continuación es, precisamente, el capítulo de inicio del libro, un trabajo en el que Petrusich persigue el espíritu de “Pink Moon” e investiga la creación, la recepción y la trama que envuelve a un álbum que ha marcado a muchos músicos; algunos de ellos (Lou Barlow, M. Ward, Damien Jurado, Robyn Hitchcock...) opinan sobre el gran Nick Drake en las páginas de esta obra de reivindicación de los poderes mágicos de un autor maldito en vida y exitosamente referencial después. El domingo 24 de noviembre de 1974, Nick Drake se retiró a su habitación de Far Leys, la bucólica casa de ladrillos rojos en la que vivía con sus padres en Tanworth-In-Arden, un pequeño e idílico pueblo del condado de Warwickshire, al sur de Birmingham, Inglaterra. Drake había vuelto a vivir en casa de sus padres varias veces desde 1972. Según su primer biógrafo, Patrick Humphries, la habitación de Drake era “diminuta y sencilla, con una pequeña ventana circular en la esquina”, y estaba amueblada con una silla de mimbre, una cama individual, un viejo escritorio de madera y un cuadro que representaba un jarrón de flores. Era austera, ordenada y humilde. En su estantería convivían D. H. Lawrence, “Hamlet”, Browning, Shakespeare y Blake. En algún momento de la madrugada del lunes 25 de noviembre, Drake salió de su habitación, se dirigió a la cocina y se sirvió un tazón de leche con cereales. Masticó y tragó y después volvió lentamente a su habitación. Leyó un fragmento de “El mito de Sísifo” de Albert Camus, un ensayo de 120 páginas acerca del absurdo de la existencia humana. En su tocadiscos sonaban los “Conciertos de Brandeburgo” de Bach. Se desvistió y se quedó en ropa interior. Se acurrucó en la cama. Alcanzó un bote de pastillas. Hacia las seis de la mañana, el corazón de Drake, arrebatado por una dosis del antidepresivo tricíclico Tryptizol treinta veces mayor a la prescrita, dejó de latir. Seis horas más tarde, la madre de Drake, Molly, se dirigió a la habitación de su hijo para ver cómo estaba. “Lo primero que vi fueron sus largas, largas piernas”, recuerda. Dos años y nueves meses antes, Nick Drake había grabado un álbum breve y austero titulado “Pink Moon”. A este le precedieron otros dos LP de folk ricos en arreglos. Ninguno de los tres tuvo ni un atisbo de éxito de crítica o público. Cuando se anunció la muerte de Drake, pocos de sus conocidos se sorprendieron ante la noticia. Muff Winwood, A&R del sello discográfico bajo el que publicaba Drake, Island Records, confesó lo poco sorprendido que quedó al enterarse: “Se veía venir desde hacía tiempo. Nos encogimos de hombros y pensamos que, bueno, no es nada que no esperásemos”. Drake tenía 26 años. De algún modo, parece adecuado que la vida de Drake acabase en su habitación, símbolo universal del refugio íntimo y privado, porque es en nuestras propias habitaciones donde los fans de Drake mejor le recordamos y apreciamos. Para nosotros, honrar a Drake es un ejercicio solitario: cuando todos los demás se han acostado ya, salimos de debajo de las sábanas, corremos las cortinas, encendemos cigarrillos que no fumaremos y abrimos la ventana para observar las estrellas mientras imaginamos a Drake vagando por Far Leys, melancólico y frágil, sosteniendo quizá una vela, o un canuto a medio fumar o un desgastado cuaderno marrón. Nos mordemos los labios e imaginamos a Drake deambulando por los pasillos, contando cajas de cereales, deslizando sus largos y blancos dedos por los lomos de sus libros, dejando caer un vinilo en el tocadiscos. Coge su taza de té, se acurruca con su roída manta amarilla y mira boquiabierto la Luna. Lo vemos empuñar la guitarra, rodear el mástil con la mano y empezar a tocar canciones folk perfectas y conmovedoras.
Han pasado treinta y tres años desde la muerte de Nick Drake, pero sigue siendo vergonzosamente fácil fantasear con ella, llorarla y convertir una simple historia de sobredosis en algo ridículamente épico, tergiversar la historia hasta convertirla en un largo y tortuoso poema sobre el arte, la depresión, la juventud, el vacío. Desgraciadamente, parte de lo que hace que la imagen de Nick Drake sea tan potente es también lo que legitima su legado: el (presunto) suicidio de Drake valida su música de la misma forma en que el de Kurt Cobain validaría la suya dos décadas más tarde, otorgando a sus canciones peso y credibilidad. Ahora, cuando oímos a Drake cantar sobre lo inquieto, solo e invisible que se siente, creemos en su desesperación. Cuando escuchamos “Pink Moon” nos es imposible no notar la presencia de la muerte, enorme y amenazante, inevitable e infinita, cada vez más cercana. Apagar las luces, abrir una vieja ventana que chirría y escuchar “Pink Moon”: eso es lo más cerca que podemos llegar a estar de Nick Drake. Tan solo los pocos afortunados que llegaron a conocer a Drake en vida pueden evocar su presencia y su voz. No existen grabaciones de Drake actuando, fumando, sonriendo, leyendo, comiendo, durmiendo, gimiendo, caminando o respirando, aunque, si buscamos con paciencia entre los vídeos de fans colgados en YouTube, podemos encontrar un clip de once segundos a cámara lenta y sin sonido en el que aparece una figura alta y desgarbada de pelo largo, con americana marrón y pantalón beige, en un festival de folk. El silencio del videoclip es escalofriante, pero, en la sección de comentarios de la página, agitados fans discuten sobre si la figura en cuestión es o no Nick Drake (en realidad podría ser cualquiera). Además de algún que otro fragmento de diálogo intrascendente captado entre sesiones de estudio, existe un único documento confirmado que recoge la voz de Drake. Se trata de una breve y confusa grabación en cinta de casete que Drake hizo a los 19 años con una grabadora casera al volver a su casa de Far Leys después de una fiesta. “Buenas noches, ¿o debería decir ‘buenos días’? Son las cinco menos veinticinco, llevo aquí sentado un rato, en esta misma habitación”, susurra Drake. Su voz suena dulce, profunda y ebria. Los contenidos de la cinta van de lo involuntariamente gracioso (“Creo que he bebido demasiado… Me parece que he vuelto a casa conduciendo por la derecha todo el rato… Estoy muy a gusto aquí sentado, creo que hay algo extraordinario en observar el pomo de la puerta antes de irse a la cama, tiene algo casi misterioso”) a lo sombrío (“En los momentos de tensión, como en este viaje de vuelta a casa, uno olvida fácilmente las mentiras, la verdad y el dolor”). Al existir tan pocos documentos sobre la vida de Nick Drake (su madre, Molly Drake, explica: “Nick dejó tan pocas cosas aparte del legado de su música… Nunca escribía nada, ni un diario personal, ni apenas su nombre en sus libros… Era como si no quisiese que quedara nada de sí mismo excepto su música”) no podemos más que formarnos una imagen de él a través de los recuerdos de otras personas, intentando distinguir entre lo retrospectivo y lo verdadero, volviendo a examinar las letras de sus canciones, sus acordes, afinaciones y sintaxis, rastreándolo todo minuciosamente en busca de alguna pista que nos conduzca a la verdad sobre Nick Drake. Como comenta Patrick Humphries, la escasez de material no musical sobre Drake conduce fácilmente a la proyección y a una mitología excesiva que sobrepasa en muchos casos su obra. “Nick Drake se convierte en un lienzo en blanco en el que sus admiradores pueden pintar su propio cuadro y proyectar sus propias vidas y problemas; un espejo en el que la gente ve su propio dolor y sus promesas rotas”, escribe Humphries. Y como la música de Drake es tan sumamente personal (como dijo el productor de sus discos, Joe Boyd, al ‘New Musical Express’: “Nick era una de esas personas cuya historia puede rastrearse en sus canciones… A medida que iba pasando el tiempo, las canciones empezaron a tratar cada vez menos sobre otra gente y más sobre él mismo”), es especialmente difícil distinguir su música de las verdaderas circunstancias de su vida y escucharla honestamente, sin prejuicios. En lugar de eso, establecemos pequeñas conexiones entre cada suspiro, pausa u oscuro pasaje de sus canciones y la imagen que tenemos de Drake: el pelo despeinado y grasiento, la ropa arrugada y manchada, las uñas recomidas, el cuerpo desplomado sobre un escritorio, sin voz, sin vida, sin esperanza.
En la limitada discografía de Drake, especialmente en “Pink Moon”, es posible (e incluso fácil) establecer una cronología de su depresión. Aun así, resulta demasiado arriesgado y forzado mezclar el arte con la vida real, sacar conclusiones, interpretar angustia en cada rima, utilizar conjeturas externas para explicarnos su mundo interior. Según Cally, exdirector creativo de la oficina londinense de Island Records, quien, junto a la hermana de Drake, Gabrielle, maneja el legado póstumo del músico, este grabó “Pink Moon” en una época de remisión temporal de su depresión y, por tanto, el disco no debería interpretarse con su enfermedad en mente. “Nick era incapaz de escribir y grabar cuando sufría períodos de depresión. Cuando grabó ‘Pink Moon’ no estaba deprimido, y además estaba muy orgulloso del disco, como testifican algunas cartas que escribió a su padre al respecto”, insiste Cally. “Para algunos periodistas y escritores este hecho es bastante frustrante, ya que no refleja sus propias impresiones sobre el álbum. A Nick le desconcertaban mucho dichas impresiones. Creo que los discos de Nick son tan comprendidos como incomprendidos. Y es ahí donde reside su gran belleza y su bienvenido misterio. Por lo que al creador de los discos se refiere, bueno, nadie lo vio nunca como tal”. Reconozco el riesgo de falsear la verdad que comporta mezclar al artista con su obra. Pero eso no quiere decir que pueda evitar hacerlo. Yo me convertí de forma tardía al culto de Drake. Supe de su existencia mucho antes de meterme de lleno en sus discos, en septiembre de 2001, a principios de mi primer semestre en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Vivía en una pequeña ciudad a la orilla del río Hudson, a unos 35 kilómetros al norte de Manhattan, por lo que me desplazaba en tren y en metro, arriba y abajo, de norte a sur. Cada mañana me colgaba la mochila al hombro (llena hasta los topes de libros, papeles, chocolatinas a medio comer, bolígrafos birlados de hoteles, tarjetas de metro, pilas de recambio, etc.), cogía un termo de café templado, me apartaba los mechones rubios húmedos de los ojos y, medio dormida, me adentraba en la mañana fría y gris, justo al alba, para conducir hasta la estación de tren de Croton-Harmon en mi pequeño Honda plateado. Agazapada en el andén, iba metiendo CDs en mi destartalado discman, desesperada por encontrar la banda sonora ideal para un viaje que ya empezaba a parecerme épico y ridículo. Cada mañana, de lunes a viernes, entraba atropelladamente en el mismo vagón, esperando encontrar un sitio junto a la ventana. Me quitaba la mochila y me acurrucaba en un asiento pegajoso de vinilo azul, levantaba las rodillas y las apoyaba contra las paredes de madera falsa del vagón y miraba, sin verlo, el río Hudson, llano y sin color, arrastrándose contra la escarpada cara oeste de las montañas Palisades. Desde Croton hasta la calle 42, en pleno centro de Manhattan, mi tren serpenteaba por la orilla este del río, resiguiendo sus suaves curvas; detrás de la ventana de plástico rayado veía pilas de vías oxidadas, viejas vallas rodeadas de malas hierbas, latas de cerveza vacías acumulándose en aparcamientos vacíos. Leía las señales y los nombres de las estaciones como si fuesen poesía: Panel de Control de Puertas Automáticas, Palanca de Emergencia, Válvula de Frenado de Emergencia. Ossining, Scarborough, Phillips Manor, Tarrytown. Irvington, Ardsley-on-Hudson, Dobbs Ferry, Greystone, Glenwood, Yonkers. A mediados de septiembre ya había perfeccionado mi rutina: sacaba los libros, me tiraba el café encima, anotaba mentalmente que debía comprarme un termo nuevo, sacaba el billete para enseñárselo al revisor y me ponía unos viejos auriculares recubiertos de gomaespuma. Escuchar discos, observar el fluir del río (cada vez menos caudaloso a medida que llegaba al puente de Tappen Zee, más marrón al acercarse al Bronx, y desapareciendo del todo al llegar a Harlem), apartarme cada vez que otros pasajeros intentaban llegar a la puerta de salida: era la mejor parte de un día cruelmente largo.
Ese otoño, las cosas se complicaron bastante en Nueva York. Cuando mi tren llegaba a la estación Grand Central, mientras hacía cola en el Zabar’s para conseguir un bagel de sésamo, miraba de reojo a los agentes de la Guardia Nacional, con sus espaldas pegadas a las frías paredes de la terminal, sus pantalones de camuflaje remetidos en las grandes botas negras y sus colosales armas apuntando al cielo. Policías uniformados del Cuerpo de Policía de Nueva York daban vueltas alrededor de la caseta de información con perros amaestrados para la detección de explosivos. Policías de la Autoridad Portuaria con gorras azul marino observaban con detenimiento a los pasajeros. Tenía la impresión de que mi tarjeta de metro era un billete para el tren de la muerte. Subía y bajaba de trenes sin parar, después cogía el autobús a Times Square, cogía otro tren hasta la calle 96, luego hacía otro trasbordo, subía a la superficie y llegaba, treinta y ocho minutos más tarde, a la 116 con Broadway. El aire olía sucio, a una especie de fuego eléctrico, a cadáveres. Me parecía que cualquier persona con una mochila tenía intención de matarme. En Columbia me pasaba el día holgazaneando en la biblioteca, bebiendo botellas de agua fría y apoyando mi mejilla contra los muros de mármol verde. En el hall había un amenazante busto blanco de Atenea rodeado de los doce signos del zodíaco; la entrada estaba presidida por dos grandes estatuas de bronce que representaban a Zeus y a Apolo. La biblioteca me hacía sentir minúscula. No recuerdo haber comprado nunca “Pink Moon”, pero sé a ciencia cierta que lo tuve, en uno u otro formato, desde el instituto. Recuerdo quedarme despierta hasta muy tarde, bebiendo latas de Coca-Cola de la máquina de vending de los dormitorios, para escribir un intrincado ensayo sobre el uso del tema principal del álbum en un anuncio de televisión que me sirvió posteriormente para obtener mi primera beca en un entorno profesional, en la revista ‘Rolling Stone’. En otoño de 2001 escuchaba “Pink Moon” sin parar: en el tren (podía escuchar el álbum tres veces consecutivas en cuatro trenes distintos), en la cola de la panadería, sentada en un banco, cuando echaba una cabezadita en una clase vacía, mientras hacía fotocopias o garabateaba notas en los trabajos de mis compañeros, cuando rebuscaba libros de segunda mano de Joseph Mitchell en Labyrinth Books, al leer ediciones atrasadas de ‘The New Yorker’, inmóvil en la biblioteca con la cara apoyada en el solemne y académico mármol. Tenía 21 años. Estaba cansada. Empecé a dejarle a mi gato platos enormes de comida por si yo no volvía a casa. Cuando me proponían ir a tomar algo después de las sesiones de trabajo en grupo, me levantaba, me inventaba cualquier excusa y me despedía de mis compañeros con un “hasta luego”. Creía que si decía “adiós”, toda la gente a la que conocía moriría. Al final del día volvía a Grand Central y me apresuraba a coger un tren tras otro para, finalmente, bajarme en la estación de Croton, donde cruzaba el mal iluminado aparcamiento y recorría los últimos quince metros hasta mi coche corriendo. Una vez allí, me horrorizaba al ver el parabrisas lleno de folletos y catálogos mojados anunciando máscaras de gas, cápsulas de potasio yodado, trajes químicos: las nuevas necesidades básicas para la nueva Nueva York; dejaba la bolsa en el asiento del copiloto, rebuscaba mi discman para extraer el CD de “Pink Moon”, lo ponía en el equipo de música del coche y volaba hacia casa. “Pink Moon” sonaba exquisito, a su pesar. Sonaba exquisito a pesar de todo. Me pasé meses escuchando solamente “Pink Moon” porque era el único de mis discos que todavía conservaba algún sentido para mí. Me aferraba a “Pink Moon” como un náufrago a una balsa, asiéndolo demasiado fuerte, acurrucándome en su interior de la misma forma que el resto de gente que conocía se aferraba al trabajo y al alcohol o a los fármacos para intentar borrar de su mente esas imágenes de cuerpos humanos cayendo desde edificios o explotando en aviones o aplastados bajo medio millón de toneladas de acero y cemento. Quería consumir “Pink Moon” hasta que fuese completamente mío, hasta que pudiese poseerlo para siempre, hasta que me encontrase del todo a salvo... Publicado en la web de Rockdelux el 31/5/2013