miércoles, julio 20, 2011

EL SUICIDIO DE ALLENDE...


por Carlos Salas Lind
julio 20, 2001.


La palabra Allende estaba prohibida. Recuerdo claramente esos días de mi niñez, sentados a la hora del almuerzo y escuchando a mis padres hablar de todo, menos de política. Recuerdo con especial claridad la palabra Allende. Una palabra - que después de desbordar todos los espacios de la vida cotidiana - había sido extirpada. Así lo había prometido - el entonces general Leigh - en una de las más memorables y angustiantes intervenciones, a pocas horas de consumado el derrocamiento del primer marxista elegido democráticamente en el mundo.

Era difícil olvidar una palabra anclada en una clase obrera cansada de ser mera protagonista de las sagas que desnudaban la insensibilidad del capitalismo. Recuerdo que mis padres bajaban notoriamente el tono de voz cuando era imposible no nombrarla. En una oportunidad, mientras visitábamos las ruinas de una oficina salitrera abandonada, pude observar como el nombre de Allende – escrito nítidamente con cal – ocupaba toda la ladera de un ripio que rodeaba lo que había sido la zona de las faenas mineras.

Noté que mis padres se intranquilizaron. De manera imprevista apuraron el paso, evitando hacer mención alguna de un grafiti - que en nuestro recorrido - nos seguía de frente. Eran otros tiempos, días marcados por la inacción y el temor a consecuencias imprevisibles.

Aún así, recuerdo que la tesis del suicidio de Allende se aceptaba como la versión más plausible de un epílogo que conmovió al mundo entero. Las versiones alternativas – que hablaban de asesinato y maltrato posterior de sus restos - tendían a apelar a un levantamiento, a una resistencia que a todas luces se asemejaba mucho al suicidio. Aunque estos últimos relatos buscaban neutralizar el estigma - que circunda la decisión de suicidarse - siempre sonaron innecesarios y oportunistas.

Entre otros, Fidel Castro demostró un interés especial en disputar la versión histórica sobre el deceso del ex mandatario, versión sostenida – incluso - por algunos testigos que acompañaron al ex presidente Allende en el Palacio de la Moneda.

Con el retorno de la democracia no se produjo un interés mayor en dilucidar científicamente las circunstancias de la muerte del ex presidente. Por lo visto, la investigación de las causas de muerte del ex – presidente Eduardo Frei Montalva y el ex ministro José Tohá, crearon un clima propicio para el resurgimiento de las dudas en torno a la muerte de Salvador Allende.

Los resultados entregados por el Servicio Médico Legal chileno no sorprendieron a nadie. Era difícil predecir el impacto de una revelación que solo ratificaba una versión asumida hace mucho tiempo.

Sin embargo, la prensa internacional ha cubierto extensamente la confirmación del suicidio de Allende. Se habla del presidente mártir que sacrificó su vida para evitar ser humillado por los perpetradores. Es decir, la corroboración más bien ha servido para ratificar otra cosa, algo que muchos también han sabido desde su deceso: que Allende – independiente de los graves errores de su gobierno - se inmortalizó en la memoria global como un líder consecuente y admirable.

Y de igual manera, la masiva cobertura internacional nos ha recordado que esta misma batalla - de percepciones y simpatías - la perderían estrepitosamente los autores de su derrocamiento a partir del11 de septiembre.