Hoy mi alma fue un bosque
amenazado de malos augurios,
por la puerta mas triste
entró todo el viento y el polvo
no quise mirar con mis ojos
no traté de buscar los suyos,
cruzó un gato negro de pronto
no escuché mi nombre jamás
pero estuve allí, la epifanía volvía
desnuda, vagando por cuatro rincones
mi sangre se echaba a morir
por la brizna, ladraban los perros
pero nadie los inventaba aún
había un calor sin asunto
hasta que todo ardió,
después que el humo se marchara
el día siguió por la orilla
pero las heridas no se marcharon
hasta bien entrado el amanecer,
no hubo tiempo para más ni silencio
quejábase el reloj que huyó
sin haber nacido.